Mi amiga Pura.-
He conocido en los ambientes literarios dominicanos a personas y personalidades de la más variada gama, recorriendo todo espectro de densidades humanas, pero poca es aquella gente con las condiciones tan singulares de Pura Emeterio Rondón, una amiga del alma, auténtica, una mujer trabajadora y un ser tan comprometido con un mundo mejor.
Me sorprendió su partida. Nadie había alertado sobre su salud. Nadie contó de lo rápido y terminante de su proceso sanitario. La noticia de su muerte nos impactó por lo sorpresivo y por saber, en consecuencia, que nunca más escucharíamos su risa tan vital y abarcadora.
Una profesional de las letras y la docencia, una religiosa (era monja) de la Orden de las Teresianas, que tienen su ministerio orientado a la educación de sectores de menores recursos, una crítica literaria de tan buen juicio, una persona de tan buen vivir que nunca, nunca, en la plenitud del concepto, se vio entintada por los conflictos del ego y las competencias que se generan a raudales en un medio tan sensible a todo, como lo es el literario.
Pura Emeterio Rondón nos ha dejado físicamente. Se mantendrá con nosotros la luz de su mirada, su sentido irreductible del humor. Su actitud amante del conocimiento y ejercitante de la inteligencia.
Ella bendijo la vida con su paso por ella. Por eso siento que no se ha ido. Que este proceso no es una despedida.
Ensayista y crítica literaria, fue ganadora del Premio Nacional de Ensayo en 1992 y 1999, era graduada en Letras, Lengua y Literatura Española, Literatura Iberoamericana y Estudios Afroiberoamericanos, en universidades de Venezuela, México y Santo Domingo.
Impartió docencia en la Universidad de Oriente, Venezuela, en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (Uasd) y en la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (Pucmm).
Siete ensayos suyos aparecen en el Diccionario Enciclopédico de las letras de América Latina, publicado por la Biblioteca Ayacucho, de Venezuela, y fue miembro de Academia Dominicana de la Lengua.