Poca gente sabe que la primera vez que se estableció un servicio de bomberos mediamente organizado fue en la antigua Roma, en el año 22 a.C., por disposición de Café Augusto.
Así se conformó el primer equipo de bomberos de la historia, integrado por esclavos que se llamaban vigiles (“vigili del fuoco” o “vigilantes del fuego”), pero que el primer servicio real fue responsabilidad del emperador Craso, uno de los triunviros de la Gran Roma, junto con César y Pompeyo, con una condición: los bomberos, que eran esclavos llegaban a una propiedad que se incendiaba, apagaban las llamas pero el dueño tenía que venderla a un bajo precio al poder imperial romano.
Hoy día, la del bombero es una de las profesiones que requiere de mayor entrega, riesgo y solidaridad. Son hombres y mujeres que acuden a un edificio o propiedad en llamas, de la cual todo el que está en ella, desea escapar.
Para cumplir su misión, los bomberos necesitan contar con:
1. Personal voluntario y pagado (regularmente en nuestros países muy mal pagados respecto de la trascendencia de su labor)
2. Entrenamiento
3. Recursos logísticos y equipos que les permitan el desarrollo de su labor.
En nuestro país, y sobre todo en las provincias y pueblos más apartados, el estado de los Bomberos es lastimero.
Los bomberos no cuentan con el pago que merecen por su heroica y noble labor.
El país debe despertar a la realidad que viven los bomberos, interesarse por lo que les hace falta, desde un mejor sueldo hasta los accesorios y equipos tecnológicos modernos (sistemas de aire de reserva para todos y cada uno, mejores unidades, actualización de su entrenamiento, computadoras y muchos otros aspectos).
Hay casos lamentables en los que uno se da cuenta de que los reportes de contingencias, cuando el ciudadano se presenta a un cuartel, se toman en una mascota a punta de bolígrafo, porque no cuentan con los equipos requeridos, incluyendo elementos tan simples como un sistema informático (computadoras con tecnología de punta).
No es posible.
Miremos y auxiliemos a los bomberos. Ellos ya nos han aportado la seguridad y la vida, muchas veces a costa de las suyas.