Sacerdotes y pastores de la mayoría de las facciones cristianas en nuestro país tomaron los púlpitos este fin de semana para advertir de las consecuencias de la legalización del aborto en la República Dominicana. Si bien la intención de estos es amenazar a los políticos en nuestro Congreso, estos traen a colación un punto muy interesante que debe ser analizado sobre las consecuencias de la legalización del aborto en la República Dominicana. Lamentablemente para los líderes religiosos, quizás estas no sirvan para justificar su causa.
Legalizar el aborto podría reducir significativamente el índice de mortalidad materna y los costos derivados por complicaciones que resulten de abortos clandestinos. La prohibición total del aborto nunca ha impedido a que se sigan haciendo abortos. De hecho en nuestro país se estiman en más de 20,000 los casos anuales de abortos realizados de forma clandestina en condiciones peligrosas, que a su vez producen 1 de cada 6 muertes maternas y en los casos donde no muere la mujer, tienden a provocar complicaciones que cuestan en promedio unos $130 dólares por caso a nuestro sistema de salud. Permitir el aborto eliminaría el factor clandestino y facilitaría el acceso a mejores condiciones que permitirían reducir las fatalidades, los costos de las complicaciones y dar atención psicológica inmediata cuando sea requerido.
Legalizar el aborto podría reducir el número de adolescentes madres o embarazadas y reducir el ciclo de pobreza. En la República Dominicana el embarazo de adolescentes raya en una epidemia, donde miles de niñas quedan excluidas del proceso educativo, y por ende de trabajos dignos, por un embarazo prematuro que dificulta su asistencia y que automáticamente les impone una necesidad imperiosa de trabajar para mantener a su criatura. Más aún la inexistente educación sexual en nuestras escuelas alimenta ese ciclo que sigue condenando a miles de mujeres todos los años a un estado perenne de pobreza. La legalización del aborto no solo permite a esas adolescentes a detener un proceso que de lo contrario puede alterar drásticamente su vida, sino que permite a los doctores y al mismo Estado proveer alternativas anticonceptivas y la educación sexual que no se da en las escuelas a las personas que más la necesitan y un costo mucho más razonable.
Legalizar el aborto podría tener un impacto significativo en reducir la violencia de género. En la mayoría de los casos de violencia de género se registran altos niveles de dependencia, especialmente económica, de la persona abusada frente a su pareja abusiva. En muchos de los casos de violencia de género se registran embarazos no deseados o prematuros que inciden en ese estado de dependencia de la víctima, lo que incide en las denuncias a destiempo o el retiro de las querellas una vez ya es apoderada la fiscalía. Permitir el aborto podría reducir significativamente la dependencia de las mujeres frente a sus parejas abusivas y estas establecer control sobre sus propios cuerpos, y las decisiones de como llevar su ciclo reproductivo.
Estas, entre muchas otras más ya comprobadas en otros países del mundo similares al nuestro que optaron por abandonar las políticas religiosas del Siglo XVIII, serían las consecuencias más que bienvenidas de permitir el aborto. Social, económica, política y científicamente la legalización del aborto es de sentido común, solo queda de nosotros ponerlo en práctica aunque le duela a los gritan detrás de un púlpito.