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Efraim Castillo

El caballo negro

En el mes de junio del año pasado, cuando la campaña electoral estaba en sus buenas y Luis Abinader se perfilaba como el seguro ganador del evento, publiqué en este mismo diario un artículo que titulé Las promesas, recordando a todos los candidatos la ponencia de Joseph (Joe) Napolitan en 1986, durante la celebración de la Decimonovena Conferencia Anual de la International Association of Political Consultants (IAPC), donde fue muy preciso al afirmar que “el candidato (especialmente si tiene grandes posibilidades de ganar) no debe hacer promesas exageradas, porque prometer más de lo que se podrá cumplir tiene un coste; ya que aunque muchos electores olvidan lo prometido, los adversarios lo recordarán y también puede suceder que las promesas sean tan exageradas que lleguen a sonar a falso y dañen la credibilidad del candidato.” (No está demás señalar que Napolitan fue el primer presidente de la IAPC y está considerado como el padre de la consultoría política).

Esa ponencia de Napolitan debió servir de consejo a los candidatos que protagonizaban la campaña electoral que se desarrollaba en el país, sobre todo a Luis Abinader, que encabezaba las encuestas, por lo que éste debió tener en cuenta (al hacer promesas) que la pandemia provocaría la caída de los servicios y, por ende, haría menguar nuestro PIB, aumentando el desempleo.

Pero aún después de haber triunfado en la votación del 5 de julio, Abinader continuó prometiendo y, entre otros ofrecimientos, comunicó al país que haría “una reforma fiscal integral; que mejoraría la calidad del gasto; que controlaría la deuda pública y daría el frente al dispendio, a las nominillas, a los sobreprecios y sobornos; así como que proveería servicios públicos para contribuir a eliminar los incentivos a la evasión de impuestos.”

Esas y otras promesas no fueron tan importantes para el electorado como la de poner fin al sistema de corrupción e impunidad que el PLD introdujo en la estructura gubernamental del país, la cual sirvió de apoyo al argumento en que se apoyó el eslogan de campaña del PRM, sintetizado en el vocablo “cambio”. Sin embargo, y no obstante las cacerías desatadas contra determinados personeros corruptos (denominadas eufemísticamente como Pulpo, Coral, 13 y Medusa), muchos dominicanos se preguntan hoy si este es el “cambio” prometido y si fue por eso que votaron; al considerar que las cabezas de turco que guardan prisión no representan el verdadero sistema de putrefacción social e impunidad creado por el PLD.

Creo que Abinader es un presidente bien intencionado, pero debe mirar profundamente hacia adentro, hacia ese hueco oscuro que se está tornando en un bucle desde su misma administración; y ese bucle (¡debería saberlo!) está protagonizado por un patrimonialismo empresarial que actúa como el caballo negro de la alegoría platónica (Fedro 246a-254e), con el propósito de no soltar prenda y continuar manipulando al Estado. Abinader debe comprender que de los 48 meses de su cuatrienio han transcurrido 12, porque el tiempo es un tirano que deglute promesas y sueños.

Por: Efraim Castillo (efraimcastillo@gmail.com)

El Nacional

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