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Fue Ramón Oviedo quien me habló de una chinita que vivía en Villa Francisca, mientras yo desarrollaba una campaña para los tenis Paseo, de la firma Celso Pérez. En aquella campaña tenía la idea de vulnerar la prohibición de la entonces Secretaría de Estado de Educación Bellas Artes y Cultos, que prohibía el uso de zapatillas deportivas en las escuelas. Cuando llegamos a la residencia de la chinita en la calle José Reyes, Ramón Oviedo señaló a una hermosa jovencita y me expresó, sonriente:
—He ahí a Leibi Ng, Efraim. Ella es la chinita de quien te hablé.
Aunque no esperaba nada especial de aquella chinita de doce años, salvo su utilización como modelo en la campaña de las zapatillas deportivas Paseo, al conversar con ella y contemplar sus ojos rasgados pestañear al compás de las palabras, supe entonces que en Leibi Ng se albergaba una inteligencia fuera de lo común, aureolada por una profunda confianza en sí misma. También supe que en esa chinita se albergaban agradables sorpresas futuras.
Por eso, al terminar las sesiones fotográficas, publicados los anuncios e investigados sus resultados (altamente provechosos), invité a Leibi a visitar mi agencia e incorporarse al departamento creativo.
Tras unos meses laborando junto a mí, sus estudios le impidieron seguir asistiendo a la agencia y la perdí de vista por un tiempo, enterándome años después de su matrimonio y posterior viaje a España.
Sin embargo, cierto día en que abrí mi correo electrónico (¡Oh, maravilloso Dios!) me encontré con un mensaje de Leibi Ng (ya convertida en una hermosa mujer) que me saludaba e invitaba a incursionar en el prodigioso mundo del ciberespacio.
Días más tarde me llevé una gran sorpresa cuando descubrí que me había convertido en un bloguero gracias a Leibi, quien me había creado un blogspot donde publicó algunos de mis trabajos literarios que se encontraban dispersos en la Internet. Luego, Leibi me enseñó el manejo de ese espacio virtual.
Aunque conocía su capacidad creativa, nunca imaginé que Leibi podía desarrollar aptitudes de liderazgo motivacional; sobre todo allí donde se desangran y diluyen los engreimientos y vanidades, como acontece en los cenáculos de intelectuales.
Hoy, Leibi Ng, crecida como ser humano, crecida como un sujeto cuya bondad ha socorrido a decenas de personas perdidas en el caos de las búsquedas estéticas; como un ser al que le duelen los desamparos infantiles y las fatigas que producen los abandonos y pérdidas pasionarias, emerge como una exquisita poeta, como una trovadora que enlaza, apasionadamente, la vida al amor, al dolor y las nostalgias, edificando su canto a través de las evocaciones, de los sueños y los desencuentros.
Por eso, en su poética crecen las epopeyas diarias que se pierden en el trafalgar de las urbes, justo allí donde se aposentan lamentos y júbilos. En cada verso, Leibi integra la vida al poema, transformándolo y convirtiéndolo en un continuo existencial, en memoria, en testimonio, tal como hizo en Ficción del Unicornio.