Si no fuera por las fotos y vídeos divulgadas en prensa escrita y televisión, pocos creerían que más de cien policías escoltaron el funeral por calles del barrio Villa Juana de un jefe de banda de atracadores y sicarios en cuyo ataúd en vez de flores introdujeron revólveres, pistolas y aguardiente y cuyos compañeros obligaron por la fuerza a un cierre de negocios para producir la sensación de luto colectivo.
Carlos Manuel de los Santos (Boyón), de 25 años, quien cayó abatido durante un alegado intercambio de disparos con agentes policiales, era el jefe de la banda Los Chonchones, a la que se atribuye la comisión de numerosos atracos y asesinatos en las barriadas de Villa Juana, Villa Consuelo, San Carlos y Villa Francisca.
Centenares de personas, en su mayoría jóvenes, participaron en el sepelio de Boyón, que fue sepultado como héroe y con música en el cementerio de la avenida Máximo Gómez, pero se resalta que entre la multitud había gente que exhibía armas de fuego como si se tratase de polvorientas calles del Viejo Oeste americano recreadas en los western de Hollywood.
Se resalta la denuncia de comerciantes de Villa Juana y Villa Consuelo de que integrantes de esa banda de forajidos les advirtieron que si no cerraban la emprenderían a tiros contra sus negocios, con el consiguiente peligro de pérdidas de vidas y daños a la propiedad.
Todo lo que aquí se cuenta ocurrió en presencia de un contingente de más de cien policías que se limitó a despejar el paso al féretro y la multitud, como si se tratara de un funeral de Estado, sin detener a los individuos que exhibían armas de fuego ni a los que obligaron al cierre de negocios.
Puede decirse que la Policía cumplió el cometido de impedir que integrantes de la banda Los Chonchones perpetraran actos de vandalismo durante el funeral de su jefe, pero es difícil entender por qué se permitió que dentro del ataúd se introdujera casi un arsenal y que se conculcara el derecho de comerciantes de la zona a abrir sus tiendas, talleres y colmados.
Que no se diga que un centenar de policías carecían de capacidad para apresar a violadores de la ley o someter a la obediencia a elementos armados que intimidan, asaltan, atracan y asesinan, por lo que es menester censurar que tal contingente no cumpliera con su deber de apresar a esa gente. El señor Boyón yace ya en su morada después de un funeral colmado de armas, música y aguardiente, las tropas policiales ya se retiraron de esas barriadas, cuyos residentes serán como antes prisioneros y esclavos de la banda Los Chonchones, que a esta hora ya tendrá un nuevo jefe.

