Transcribo el contenido en el reglón salud de la CARTA PASTORAL del EPISCOPADO DOMINICANO 27 FEBRERO.
Otros sectores que están necesitados de mayor asignación presupuestaria y de mejor institucionalización son el de la salud y el de la seguridad social, cuyas precariedades afectan directamente a la población más vulnerable.
Sin desperdicio
El país sigue contando con uno de los financiamientos públicos de salud más bajos de la región. Por otra parte, muchos acontecimientos recientes revelan la extrema precariedad en la gestión de los servicios públicos de salud del país tanto en la atención primaria como en el sistema hospitalario, agravando la sensación de desprotección en los más pobres.
Para complicar el panorama, la población tampoco percibe mejorías en el seguro familiar de salud. Paradójicamente, cuenta con “seguros que no aseguran”… Hay que repetir el eslogan “La salud no es un negocio” hasta que cale en la conciencia de todos, también en los profesionales de la salud. Invitamos especialmente a los médicos católicos a revisar su política profesional de aceptación de los seguros médicos y a presionar organizadamente a las ARS para que mejoren la cobertura y la puntualidad en los pagos de los servicios. Asociados a la triste realidad de los seguros de salud, deben señalarse los límites estructurales del sistema dominicano de pensiones, organizado bajo el principio neoliberal de la capitalización individual, no bajo la forma de reparto, que es el modelo propio de una política social universalista. En estos años hemos asistido a una acumulación injusta de los rendimientos financieros que sólo benefician a las AFP, en detrimento de las pensiones futuras de los trabajadores. Esta apropiación desproporcionada de los rendimientos financieros por parte de los sectores financieros nacionales hace más precaria la vida de las personas que llegan a la tercera edad. Se proyecta que las pensiones futuras sólo alcanzarán el 38% del salario actual de los trabajadores.