Los padres fundadores de los Estados Unidos, forjaron una nación con la mentalidad de que la ‘’ chusma’’ no decidiera el destino de su proyecto de nación, que se erigió sin un vestigio de feudalismo. Prefirieron esperar 13 largos años después de su revolución de 1776, y es en el 1789, que George Washington, asume la presidencia de manera unánime, dejando a su salida su famosa carta de despedida, donde rechazó convertirse en un Napoleón Bonaparte y establece teóricamente, que dos períodos de gobierno eran suficientes.
Y así fue hasta que las circunstancias amenazaron de muerte el sistema capitalista con el Crack de 1929 y demandaron la presencia de Franklin Delano Roosevelt por cuatro períodos. En la historia de los Estados Unidos, solamente un presidente ha logrado estar en la Casa Blanca en dos mandatos no consecutivos: Stephen Grover Cleveland. El gobernador de Nueva York, levantó a un alicaído Partido Demócrata y con la ayuda de algunos republicanos disgustados, pudo convertirse en el vigesimosegundo presidente—1885- 1889.
Grover Cleveland fue derrotado en las elecciones de 1888 por el republicano, Benjamín Harrison, sin embargo, en las elecciones de 1892, lograría la hazaña, inigualable hasta el momento, al derrotar a Harrison y convertirse en el vigesimocuarto presidente de los Estados Unidos: 1893- 1897.
El expresidente Donald Trump, tiene la oportunidad histórica de igualar la proeza de Grover Cleveland. Luego del debate ante Biden, se daba como un hecho que compartiría con Grover el honor de dirigir esa nación por dos periodos no consecutivos.
La entrada de Kamala Harris como candidata por el partido demócrata, sin lugar a dudas, ha empedrado el camino de Trump. Dos cosas serán clave para que Trump pueda repetir la hazaña de Grover: variar algunos aspectos de su narrativa y dejar atrás esas mentiras hiperbolizadas que atrofian la imaginación y procurar un buen desempeño en los estados clave de: Pensilvania, Georgia, Carolina del Norte, Michigan, Arizona, Wisconsin y Nevada.
Trump puede, pero debe rediseñar su narrativa política.
Por: Ramón Rodríguez
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