El principio de autoridad se resquebraja cada día más en Haití con su secuela de violencia y caos social. A la inseguridad que durante años ha planeado sobre la nación se agregan protestas tan sui géneris como la de agentes policiales que penetraron de manera violenta la comisaría, rompiendo puertas y ventanas, en demanda de la renuncia de su director.

Pero además liberaron a la fuerza a cuatro compañeros que permanecían detenidos.

En la nueva jornada de tensión los agentes estaban acompañados de activistas que han participado en protestas en reclamo de la renuncia del presidente Jovenel Moïse por haber terminado su mandato.

En expresión del vandalismo que se propaga por la nación supuestos manifestantes asaltaron e incendiaron un dealer en la carretera que conduce al aeropuerto de la capital. Sin reparar el contagio del coronavirus y sin autoridad para imponer el orden las protestas reúnen a cientos de personas sin ningún tipo de protección.

El presidente Moïse ha pedido ayuda a la comunidad internacional para restaurar la estabilidad, pero ocurre que a él se le tiene como parte del problema porque se mantiene en el cargo sin propiciar siquiera un diálogo con distintos sectores.

La tensión en Haití comenzó a cobrar fuerza en víspera del 7 de febrero cuando amplios sectores, entre los que figuran la Iglesia y los empresarios, exigían la renuncia del mandatario para cumplir con la Constitución, como estableció el Poder Judicial. Es de mal en peor.