Por: César Mella
cesarm2@codetel.net.do
La historia de las epidemias ha sido la de la humanidad desde sus albores.
Las prácticas del amor entre los seres humanos implican el apareamiento, y así en todo el reino animal.
Justamente el aislamiento ha sido la norma más antigua para evitar el contagio.
Aunque el gran salto tecnológico de las comunicaciones ha posibilitado el ciberamor, es decir, que el teléfono con visor en tiempo real; los diálogos interactivos por Zoom y hasta diferentes variantes de sexo y pornografía son los equivalentes a distancia entre dos seres humanos que dicen amarse.
Los rituales amatorios se han abreviado en una juventud que a nivel mundial lo que les interesa no es el compromiso, mucho menos la reproducción, sino “tener un agarre” como definió una adolescente de mi consulta el tipo de relación que tenía con su novio.
Pero ubiquémonos en la Republica Dominicana en los últimos dos años, donde una agresiva pandemia del virus covid-19 y sus variantes han modificado los hábitos y costumbres de una buena parte de la población.
Reprogramación de matrimonios. Posposición de embarazos.
El beso con y sin cubrebocas habrá perdido su frecuencia y pasión?…
¿El coito sin protección?
Una dama a la que se le había declarado un apuesto joven le exigió su certificado de las tres vacunas para darle el sí…
Las enfermedades de transmisión sexual se han descuidado sobre todo en aquellos caballeros que copulan con más de una dama.
Cuando un miembro de la pareja resulta positivo en una de las pruebas para detectar covid, la separación en la misma casa resulta irritante para la convivencia de pareja.
Sin ser trágico, me remonto, al hecho de que muera uno (a) de los miembros de la pareja dejando en la horfandad a la descendencia el apoyo psicosocial es una de las herramientas imprescindibles.
Lavarse las manos; saludarse codo a codo; el besuqueo del dominicano aun con cubreboca y el no entender que hay que guardar una distancia prudente no ha ganado adeptos.
Los teteos, o agrupamiento al borde de la media noche para beber y bailar han sido espacios populares de irreverencia y hasta de rebeldía en que los sectores populares escogen una esquina, un solar o un patio para entonar a alto volumen cantos y bailes que al parecer desinhibir en el tradicional abrazo y gestualidad rítmica y sísmica del dominicano que se aburre por las medidas de confinamiento que ha tenido que soportar por los últimos dos años.
La emergencia de la ómicron (nueva variante del covid) y el incremento de la positividad ante los test de covid han producido un fin y principios de años tormentoso.
No obstante y a pesar de todo debemos seguir haciendo esfuerzos personales y familiares siguiendo las directrices de nuestras autoridades para alcanzar la llamada inmunidad de rebaño, es decir, cuando el 70% de los suceptibles en cada provincia haya recibido de 2 a 3 dosis de las vacunas.
¡Loor a todo el personal sanitario por su esfuerzo y dedicación!