La situación esta agravándose porque en estos momentos se esta produciendo un cambio en el discurso económico imperante del establishment, y se está pasando de la prédica de las políticas de austeridad a otra neokeynesiana militar y civil basada en la inversión en infraestructuras como motor para reactivar una actividad económica que los mercados por si solos son incapaces de poner en marcha.
Alemania continúa poniendo obstáculos a esa nueva estrategia con su inamovible política de déficit cero en la eurozona. Por otra parte no hay desacople, la Unión Europea y Japón se hunden junto a su amo, como pone de manifiesto Jorge Beinstein, quien disertó recién en la UASD, en varios artículos. Y, en eso tampoco se salvan los capitalismos “emergentes” de la periferia, que integran el BRIC.
En el seno del modelo capitalista las alternativas realistas son pocas.
Defendidas y respaldadas por expertos internacionalmente.
Dos casos: el Banco Central Europeo (BCE) debe convertirse en un verdadero banco central y prestarle dinero (con condiciones precisas) a los Estados de la eurozona para financiar sus gastos.
Cosa que le está prohibida al BCE actualmente. Lo que obliga a los Estados a recurrir a los mercados y pagar intereses astronómicos.
Con esas medidas se acabaría la crisis de la deuda. Pero tienen otro problema, sus cuadros dirigentes conciben al mercado como referente económico único capaz de dinamizar la economía, son neoliberales.
Ese criterio, de dejarlo todo a la mano invisible del mercado, y su correlato: la privatización de los servicios públicos y del patrimonio estatal, impide aplicar soluciones y crea más crisis porque significa un robo manifiesto del patrimonio de los pobres.
A los humildes que no poseen nada, y lo poco que les quedaba, la escuela pública, el hospital público, los transportes públicos, etc. que son gratuitos o muy baratos, subvencionados por la colectividad; también están en la mira para privatizarlos. Cuando se privatizan, como los seguros de vida, plan de retiro y las pensiones, no solo se le arrebata a la ciudadanía un bien que le pertenece (ha sido costeado con sus impuestos) sino que se despoja a los pobres de su único patrimonio.
Es una doble injusticia, que irrita a las poblaciones, esto constituye la base de las crisis de credibilidad y gobernanza generalizada que vive el mundo actualmente.
En lugar de reaccionar, espantados por los derrumbes de las Bolsas, los gobernantes insistieron en satisfacer a los mercados y salvar a los accionistas.
Cuando lo que tendrían que haber hecho, de una vez y para siempre, era desarmar a los mercados, haberlos obligado a que se sometieran a una reglamentación estricta y pasar a restablecer la autoridad estatal sobre ellos ¿Hasta cuándo se puede seguir aceptando que la especulación financiera imponga sus criterios a la representación política?
Las repercusiones sociales del cataclismo económico que supuso la crisis fueron y son de una brutalidad inédita: 23 millones de parados en la Unión Europea y más de 80 millones de pobres.
Los jóvenes aparecen como las víctimas principales.
Por eso, de Madrid a Tel Aviv, pasando por Santiago de Chile, Atenas y Londres, una ola de indignación levantó a la juventud del mundo y ahora se integra la norteamericana desde Ferguson, Missouri, por otros motivos no ajenos a la cuestión y es solo el principio.
Aunque los problemas económicos principales vuelven a concentrarse en Europa, la situación en el resto de la economía mundial se sigue agravando.
Cuando comenzó la fase aguda de la crisis actual en 2008, los países emergentes mostraron un comportamiento económico mejor que los países europeos o EE.UU., de hecho se habló entonces de un proceso de desacoplamiento de sus economías, que quedarían al margen de la crisis.
Aquello se evidenció como ilusorio y hoy la economía de los principales países emergentes también da muestras de agotamiento debido a distintos motivos, como en el caso de Brasil, que ya ha entrado en recesión, Rusia, con los problemas derivados del conflicto ucraniano y China, que aún creciendo ya no lo hace al ritmo de años anteriores y pende sobre ella la amenaza de la burbuja de la deuda.
No se vislumbra solución, y menos para los países más vulnerables, además la catastrófica crisis habrá de agravarse a partir de 2015 por los componentes militares.

