Editorial

Despedida

Despedida

Venezuela, América Latina y el mundo han rendido al presidente Hugo Chávez, fallecido el martes en un hospital militar a causa de cáncer que se le había detectado en junio de 2011, los honores de que es acreedora una figura de su trayectoria política y social. Aunque las manifestaciones de pesar han brotado de todos los rincones, las expresiones más sentidas han sido las de sus propios compatriotas.

Las largas colas de venezolanos procedentes de todos los confines para darle su último adiós o tocar siquiera el ataúd con sus restos traducen la devoción y el magnetismo de Chávez, cuya muerte, más allá del dolor, no deja de propiciar un abanico de interrogantes en la región, sobre todo en lo que concierne a programas con un sello tan personal como Petrocaribe.

Gobernantes y líderes políticos de todas partes han desfilado por Caracas desde el martes a la fecha para testimoniar su pesar y agradecimiento a una figura que con su llegada al poder en 1999 transformó las relaciones políticas en la región e hizo sentir el peso de Venezuela en el planeta. No era perfecto, pero la ambigüedad ni la corrupción figuraban entre sus puntos débiles.

Sin Chávez, Venezuela y el mundo no serán iguales. Pero ya los venezolanos sabrán encontrar una fórmula para decidir su suerte, que lo más probable sea una inspirada en la justicia social del modelo chavista, y en cuanto a lo demás habría que ver. Nada puede predecirse todavía, menos en medio de las exequias por la partida de un líder tan carismático.

Que el vicepresidente Nicolás Maduro haya llenado transitoriamente el vacío dejado por el líder despeja una de las incógnitas que más expectativas habían generado. Se insinuaba, no sin cierta malicia, una lucha por las riendas del poder. Lo que se ha visto, sin embargo, es que el chavismo se ha unificado en torno a quien el finado gobernante eligió su segundo a bordo.

 Antes de partir para su cuarta operación en Cuba, en diciembre de 2012, Chávez había planteado que si algo ocurría que lo inhabilitara para ejercer el poder, como en efecto ocurrió, Maduro no sólo debía concluir su mandato, sino ser el candidato presidencial en un eventual certamen electoral.

Mientras culmina el funeral del emblemático líder político, cuyo cadáver ha sido embalsamado y será expuesto unos siete días a la vista de un pueblo que no ha cesado de llorarlo, desde el poder se realizan todos los movimientos para preservar su legado y trascender su historia. Al margen de cálculos y maniobras, una cosa es cierta: con Chávez, como demuestra su multitudinaria despedida, desaparece la figura más relevante de la región en el siglo XXI.

El Nacional

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