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Regidores –

En los últimos tiempos hemos vivido frecuentes y escandalosos hechos de violencia y delitos protagonizados por regidores.
No intento sugerir que los regidores son los malos de la película política dominicana (un verdadero clavo); solo quiero destacar la manera en que el regidor va ganando protagonismo en nuestra peculiar democracia.

Recordemos, por ejemplo, el fatal tiroteo que terminó con cuatro muertos, entre ellos dos regidores y dos dirigentes políticos, más 12 heridos, en el ayuntamiento de Piedra Blanca, Bonao, agosto 2005.
Ese mismo año, 2005, se destapó un feo escándalo de falsificación de documentos y pasaportes por una red de la cual formaban parte regidores que le agenciaban pasaportes oficiales a relacionados o familiares para viajar a Europa.

En junio del año pasado, Renato Castillo, un joven regidor de Bayaguana, fue acribillado a balazos mientras compartía con amigos en Monte Plata. Se acusa del hecho al alcalde de Bayaguana.
Desde febrero de este año, se mantiene en prisión un regidor de Pedro Brand acusado de sicariato y otros crímenes deleznables.

Y, en el presente mes, en tan solo diez días, dos jóvenes regidores han sido asesinados en Sabana de la Mar y en El Valle, Hato Mayor. Nadie ha explicado razones.

No obstante las muertes, escándalos y peligros, el número de aspirantes a regidores para las elecciones del próximo año constituyen un verdadero tsunamis humano, un aluvión de hombres y mujeres que pagan inscripción, colocan propaganda y recorren calles y caminos buscando un asiento en la famosa Sala Capitular.

La relevancia visible del regidor en nuestro sistema político se inició hace cosa de cerca de 20 años. Todos recordamos que antes el regidor era un munícipe respetable, con espíritu comunitario y que participaba en los debates edilicios en representación de su comunidad sin cobrar un centavo.

Naturalmente, con el desarrollo de las ciudades pareció lógico profesionalizar y remunerar la labor de representación comunitaria y la representación política en el gobierno local. El cambio incluyó que los ciudadanos elijan competitivamente a sus representantes edilicios y les paguen sueldos y facilidades. Ahí comenzó la revolución de las regiduría

El Nacional

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