El mayor general ® Ramón Alcídes Rodríguez Arias convocó a una parte de quienes presumimos sus amigos en ocasión de poner en circulación su autobiografía titulada: “Sobre el filo de una navaja, en la Biblioteca Nacional Pedro Henríquez Ureña.
En este opúsculo de 125 páginas, del que el general Rodríguez Arias me concedió la inmerecida distinción de prologar, disponiendo de tantos con muchísimas más condiciones que el suscrito.
Quienes le ponderamos como un ser humano invaluable, un policía referencial y un servidor público sin tacha, desglosa sus experiencias de servidor a la sociedad.
La jefatura policial del mayor general Rodríguez Arias, del 7 de diciembre de 1990 al 1 de junio de 1992, intentó civilizar a la Policía Nacional, una paila gigantesca de alacranes peliaguda, una réplica de El Paraíso Perdido de John Milton, y en vía de consecuencia, a nuestra sociedad, de la que emerge en una sección de Arenoso, provincia Santiago, el 23 de septiembre 1959, de una familia de once hijos procreados por los esposos Angelino Rodríguez Estrella y Leonidas Arias Martínez, un hogar iluminado por la luz iridiscente de la fe cristiana, la devoción al trabajo y la honradez.
Algunas jefaturas policiales han marcado precedentes condignos de imitarse, recordando la del mayor general EN Neit Rafael Nivar Seijas, que por mis sugerencias, inició un ciclo de conferencias de comunicadores, para acoplarnos a los proyectos policiales que procuraban una mayor compenetración con la sociedad, y abrir un canal de conciencia de que la educación hogareña es la fragua donde se moldea la escultura de la conducta ciudadana y su devenir social.
Esa impronta, en una época difícil, en el trayecto volcánico de la Guerra Fría donde en las guarniciones policiales y militares se avistaban letreros que decían: “El mejor comunista es el comunista muerto”, fue una disensión y rendija luminosa, que lamentablemente no concretizó, pero que marcó un precedente.
Recuerdo que la jefatura policial del mayor general FAD Salvador Lluberes Montás /(Chinino), instruyó a Contra Motines enfrentar los infiernos de bolsillos de la UASD con tira piedras, en vez de balas, y sazonarlas con lacrimógenas y sables de madera.¡Ay, esa primicia laudable no se copió jamás! ¡Los policías acudían a las refriegas estudiantiles con un tira piedras y un saquito de piedras!
La jefatura del mayor general Rodríguez Arias concitó una proximidad con los comunicadores que evocó la del mayor general Nivar Seijas, experiencia que identificó cuando se desempeñó como relacionador público de la institución del orden en la jefatura del mayor general Juan José Rodríguez Ortiz (1985-86).
Sirvió a la institución del orden por 37 años, desde 1959, el año más difícil de la Era de Trujillo, hasta 1996, cuando el presidente Joaquín Balaguer dispuso su retiro, a los 54 años, desempeñándose como director del Departamento de Investigaciones (DNI), 1994-96, y en esta designación como también jefe policial, hasta hoy ignora quien o quienes le recomendaron al jefe del Estado, una de sus mayores referencias, conociéndose que no pocos pagan grandes sumas para esas y otras designaciones.
Ingresó a la PN como raso a los 17 años, cursó el bachillerato y se recibió de licenciado en leyes en la UNPHU, en el año 1973, demostrando una firme decisión de superarse en conocimientos y como policía profesional y servir a su sociedad con la verticalidad de una plomada de albañil, como logró.
En una ocasión, cabizbajo y con la voz quebrada, el mayor general Neit Nivar Seijas me susurró que “La jefatura de la Policía es una novia que nadie quiere”.
Cuando sugerí al mayor general ® Enrique Pérez y Pérez escribir sus memorias, se agarró de su asiento y con la voz firme como una daga, me respondió con los ojos crispados: “Si hablo, el país tiembla”.
El mayor general ® Rodríguez Arias definió a la policía como intitula su libro y el novelista británico, aunque nació en París el 25 de enero de 1874, Somerset Maughan, intituló “El filo de la navaja”, una de sus 57 obras, la que más recuerdo, La luna y seis peniques, donde describe novelada la vida del pintor Paúl Gauguin, que falleció de lepra en Tahití.
Con editar su jalonar en la Policía Nacional por 37 años, si todos los ex y futuros jefe policiales hicieran lo mismo, la institución del orden sería mejor y por vía de consecuencia, el país.