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Disyuntiva existencial

Disyuntiva existencial

Pablo del Rosario

Nuestra sociedad se debate en el dilema de satisfacer sus ambiciones mediante el esfuerzo ético. O, por la vía “rápida y fácil” de la corrupción y el engaño. A mi juicio, ese es el mayor reto que enfrentamos cada día; sobre todo, cuando nos toca administrar recursos y fondos públicos o privados.

La familia, es el núcleo primario de la sociedad, en el cual se forjan valores tales como: (honradez, lealtad, dignidad, responsabilidad, y otros), que son la armadura moral con la cual contamos para enfrentar los desafíos que nos plantea la cotidianidad. Hoy día, esa batalla es cada vez más frecuente y difícil de librar.

Esto así, por el cumulo de ofertas suntuarias y tentadoras que nos llega por todos los Medios. No obstante, los valores prevalecen. Si no fuera así, la convivencia sería imposible.

Los múltiples hechos de honestidad y decoro que se producen a diario entre nosotros no son difundidos con la cobertura que ameritan.

Sin embargo: vemos, oímos y leemos constantemente, la exaltación mediática de personajes que son ejemplos de antivalores; resaltando de manera exagerada, la fama y el éxito económico que han logrado. Esa mala práctica promueve la desorientación de nuestros jóvenes y adolescentes, arrastrándoles al despeñadero de la delincuencia y el vicio.

Pienso que una jornada intensa y permanente de reconocimiento y premiación a las buenas acciones, serviría para estimular a una sana competencia. Eso podría dar al traste con la ola de ilícitos que nos invade. Además, el dicho que reza: “no todo está perdido”, tomaría el sentido y la dimensión que todos deseamos.

Por otro lado, tenemos las manifestaciones de corrupción. Que como sabemos, se sustentan en aprovecharse de los bienes y fondos públicos para beneficio propio y de allegados. Esas sustracciones, ocasionan las carencias en: hospitales, escuelas, asilos, orfanatos y otros. Además, agudizan el déficit en los servicios de agua potable, energía eléctrica, seguridad ciudadana, etc.

Quizá sea preciso, reorientar la lucha anticorrupción por dos vertientes, la primera: aplicar con mayor rigor los valores aprendidos en el hogar, a fin de formar niños con criterios éticos, morales y patrióticos que les permita ser hombres y mujeres de bien.