Editorial

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 “… He ahí a tu madre”.-

Ninguna sociedad sería capaz de mover ni un solo paso hacia adelante sin el indispensable torrente de amor, fortaleza, perseverancia, optimismo y comprensión que emana de una mujer convertida en madre, un ser maravilloso sobre el cual la sociedad toda rinde hoy cálido homenaje de admiración.

Con la divinidad de su maternidad, la madre se erige en núcleo y dinamo de la familia, que a su vez es la base de una colectividad sentada sobre la convivencia, justicia, equidad y solidaridad, por lo que debe decirse que ese ser es el sostén de la civilización.

Como la virgen que alumbró en un pesebre a Jesús, el inconmensurable amor que dispensa una madre hacia el producto de su vientre, anula todos los sufrimientos y angustias por cruentos que sean, los que transforma en inagotable felicidad.

Al celebrarse hoy el Día de las Madres, el buen hijo se postra ante su progenitora para invocar el piadoso beso, la ternura del abrazo sin par y esa bendición tan divina como la que derramó María sobre el Hijo de Dios.

Una flor y una oración sirven para rememorar tiernos recuerdos y reiterar eterna devoción ante el santuario de la madre fallecida, que cuya presencia puede sentirse en los rostros tiernos de los niños o en los surcos que entrecruzan las sienes de los mayores.

Los dominicanos están compelidos a trabajar sin descanso en la construcción de una anhelada sociedad sustentada en el progreso económico y la justicia social, que conjure el hambre y la exclusión social, lo que algún día será el mejor regalo que cada buen hijo dispense al ser que le otorgó la vida.

Los mayores votos de amor, comprensión, solidaridad y respeto van dirigidos hacia las miles de niñas convertidas hoy en madres prematuras, por culpa de una sociedad cuyas autoridades no cumplen con su obligación de proteger a las niñas, niños y adolescentes, a los que pretenden convertirlos en adultos a través de la legalización del matrimonio de juguete.

El Nacional se inclina hoy reverente ante todas las madres, al tiempo que formula votos por su ventura personal, por la unidad y prosperidad de sus familias, sustentadas en una gran devoción filial que el propio Jesús enalteció cuando desde la cruz exclamó: “Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu madre”.

El Nacional

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