POR RAFAEL P. RODRIGUEZ
La riqueza creativa de la gente ha decidido que el destino del cangrejo, avatar de las fuerzas vitales trascendentes, uránico, alimento de los genios en el amplio y mágico universo mitológico, es una reversión retrógrada del camino correcto.
Ir hacia atrás es omino y desdice del ideal evolutivo, según esa convención unánime y colectiva
Pero ese no es el caso de este, sin justicia, acusado.
Sus desplazamientos laterales le han asignado una fama que no merece.
En cambio, hay humanos que reclaman, sin darse cuenta su injusta fama de sombras.
El desacreditado animal, ajeno a las prerrogativas del idioma, seguirá, para su bien, asumiendo el rol que no le negaron las circunstancias del devenir.
Allá los gramáticos y los preceptistas con sus expertas locuciones y convenciones.
Mientras tanto, cada quien tiene derecho a moverse de acuerdo a su mejor conveniencia y como lo haya provisto la ley natural, no de acuerdo a los caprichos y las premeditaciones ajenas, casi siempre prejuiciados.
Además, siempre habrá disconformes y gente que critica sin fundamento.
Utilizar la peculiar manera de caminar del sujeto bajo examen para decirle unas cuantas verdades a más de un ejemplar humano ya es otro argumento que corta y cambia las normas.
Condimenta el menú marino, le da riqueza y fuerza y a la vez, alimenta el amplio espectro del léxico popular. Los franceses parecen haber sido, triviales, los responsables de la mala prensa cangrejísada en la expresión panier a crabes o cesta de cangrejos que se asigna a individuos que se dañan y odian mutuamente.
En la versión criolla se ha patentizado olla de grillos para remarcar la idea del caos y de los desacuerdos mutuos.
En realidad, más de un mito secular lo unce a la presencia de la sequía y de la luna, con la que crece en unión de sus fases.
Examinada la bella tradición que lo aleja en realidad de estas obsecuencias, se podrán descubrir nuevas facetas de este crustáceo casi, en contumacia y sin enterarlo, difamado.
Hay seres humanos que sí doblan a la perfección en cuanto a enmascararse y reclamar la atención ajena a este inofensivo y tímido acuático. en el rol de procurarse el camino inverso.
Sus tenazas pretendidamente amenazantes, siempre una más que la otra, casi inútil, forman no más que un recurso efectista en el variado teatro de la seguridad y el miedo.
En la mitología china, Niu-tcheu, que antes fue una criatura humana y después cangrejo, resultó quemada por la luna.
Se lo asocia a otros animales acuáticos para la obtención ritual de la lluvia y, entre los thai del Pacífico, al guardián del Extremo de las Aguas en la entrada de la caverna cósmica.
Nuestra percepción primaria de en la
cocina criolla, suele mantenerse a la defensiva como los políticos llamados culebras a los que no ata cualquier lazo, salvo uno que esté hecho del llamado oro corruptor.
Es, no sólo en la India donde se halla generalizada su imagen, el signo zodiacal de cáncer, que correspondería al verano, inicio del movimiento descendente del sol.
(En realidad, los signos zodiacales no son doce sino trece.
Hay que consignar la constelación de Ofiusco que jamás figura en los supuestos astrológicos y que delimitan a la astrología como una falsa ciencia, inútilmente generalizada y milenaria).
Pero la gente, por encima de toda razón o especulación científica o filosófica o de búsqueda del sentido de las cosas, está dispuesta a creer, milita en las creencias.
En ciertas creencias del Oriente profundo, el cangrejo es el signo de la hora quinta del día, relacionada asimismo con los ciclos solares, como consigna el Pao-p´u tse.
De acuerdo a un texto de los T´ ang chinos el cangrejo es un Koei o astuto maligno.
Para el artista machica, en África, simboliza el mal y el demonio del mal.
Los camboyanos, que ya tuvieron graves razones para desconfiar de la suerte con el cruel jefe del Kmer Rojo, experto en masacres en los años 80, es un animal de buena suerte.
Atrapar uno aún en sueños es ver colmados los mejores deseos.
Para los munda de Bengala la tortuga es el primer demiurgo pero el cangrejo es un enviado del sol, dios supremo, esposo de la luna, para sacar la tierra del fondo del océano.
De acuerdo a un mito de los andamaneses, el primer hombre se ahogó cazando en una caleta, pasando a transformarse en un animal acuático que hace zozobrar la barca de su mujer que había partido en su búsqueda.
Ella se ahoga también y desciende a reunirse con él, transformada en cangrejo.
El cangrejo rojo de Melanesia, que reveló la magia a los hombres, es un ejemplo del origen divino que le es atribuido al espécimen bajo examen.
Es, como se precisó al inicio, un símbolo lunar, asociado al modesto y pálido astro desde la antigüedad.
En el Tarot, que parece hacerle justicia, sus pasos, como los de selene, marchan hacia delante y atrás.
La presencia del cangrejo en nuestra realidad social es ominosa: es un voltear la mirada hacia lo que ha quedado detrás, en nuestras espaldas.
Es una nostalgia pertinaz, una figuración del animal político, una ausencia y un fantasma que se niega a retirarse.