João Santana, alicate de Odebrecht, se tuvo que ir y pinta esposado en Brasil, país sede de un imperialismo emergente y corruptor; de un lumpen imperialismo postmoderno, que parece haberse engullido, con consentimiento propio, la ética de Lula, Dilma y la facción claudicante del PT.
Danilo reconoce la “pérdida” de su principal “gurú” en marketing electoral y otras disciplinas, y proclama, aparentemente impertérrito, que su campaña “sigue”. Y claro que sigue… pero más embarrada, con una mayor carga de porquerías y nuevos riesgos de derrame de lodo y pus.
O Danilo tardó en darle la baja, o João Santana se retrasó en pedirla. Lo cierto es que desde que estalló la corruptela en Brasil -con Odebrech, Gutiérrez Andrade, Petrobras y el cogollo del PT en el vórtice- perdieron demasiado tiempo para hacer creíble que en esa relación no hay nada más que un sano contrato entre un candidato y un “genio” de la mercadología electoral, que por demás “hizo presidentes” a varios candidatos latinocaribeños y africanos que se encariñaron con esos consorcios.
Ahora nos dicen que las elecciones solo las ganan los mercadólogos, no los candidatos, ni tampoco el dinero a borbotones. Pero más allá de ese decir, lo peor es como desde una poderosa dictadura mediática, económica y política se encubre el devenir mercantil de la política y las asociaciones –muchas veces mafiosas- de consorcios privados con partidos y candidatos en transacciones altamente rentables, traducidas en contratos onerosos-estafas, cruzados con sustracciones al patrimonio público.
En ese proceder está evidentemente de por medio -no solo en el caso dominicano- las alianzas trasnacionales del régimen brasileño, los viajes de Lula como “lobista” ( con financiamiento privado), la presencia omnipresente de Odebrecht, la coincidente asesoría del propio Joao recomendada por del PT, los contratos sobrevaluados tras lo triunfos electorales y/o intercambios presidenciales, y los préstamos del Banco Nacional de Desarrollo de Brasil, salpicados con compras de Súper-Tucanos y equipos a precios de gran estafa, o con tripletazos como el de los 16 millones de dólares manipulados por João vía Angola-Dominicana-Brasil.
Aquí, por ese tipo de conexiones, se le llegó a conceder el 80% de los contratos de construcción a Odebrecht y lucen burlescas las bondades del contrato de las Plantas de Punta Catalina con un sobreprecio de mil millones de dólares respecto a la oferta de la empresa rival, sin contar la “clandestina”. Pero no solo aquí, sino que calcadas se repiten situaciones en Panamá, El Salvador, Perú, Angola, Ghana…