Nicolás Maduro está desconcertado. Los 10 millones de firmas para pedir la derogación de la Orden Ejecutiva de Barack Hussein de que Venezuela es una amenaza para Estados Unidos no han podido llegar a Panamá. Es que ahora el enemigo imperial ya no es el que era y las relaciones con la Cuba de los Castro requieren estar a tono con los nuevos amigos. Maduro se ha quedado sin chivo expiatorio. Por tanto se hace necesario otro chivo y parecería que lo ha encontrado en el antiguo Imperio Español. Mejor no podía ser.
Liliam Tintori esposa de Leopoldo López y Mitzy Capriles esposa de Antonio Ledezma, opositores encarcelados por el régimen, fueron recibidas por Mariano Rajoy y sus palabras para pedir la puesta en libertad le proporcionaron a Maduro el argumento para su campaña conspirativa. En palabras de Maduro: “El rajao de Rajoy está detrás de todas las maniobras contra Venezuela, de todas las jugadas y asquerosidades contra la patria de Bolívar”.
Los ex presidentes del gobierno español Felipe González y José María Aznar no de podían quedar fuera. Felipe González ha sido declarado “persona non grata” por el gobierno venezolano por anunciar su disposición para asesorar al equipo de defensores de los opositores encarcelados. Dice Maduro “González se ha incorporado abiertamente a apoyar el golpe contra Venezuela, el golpe contra mí”. A José María Aznar, promotor de la Declaración de Panamá, junto a los más de 30 ex presidentes, en la que llaman a sumar esfuerzos para construir una alternativa de solución a la crisis venezolana, Maduro le dice “asesino, le digo, porque él es responsable de la muerte de 1.200.000 iraquís. Porque él promovió la guerra con Bush”.
Por supuesto los medios de comunicación no se pueden dejar fuera. Maduro acusa al periódico ABC de promover una campaña de la ultraderecha internacional y factores del imperio estadounidense. La respuesta a nombre de la redacción del diario español no tiene desperdicio. “Agradezco muy sinceramente, en nombre de la Redacción de ABC, tamaña distinción, porque nunca hasta ahora –y eso que acabamos de cumplir 112 años de historia– nadie nos había dedicado tan abrumadores elogios. ¡Qué sonrojo, por Dios! De corazón, presidente, gracias: ya iba siendo hora de que alguien nos pusiera en el sitio que este diario merece”. La despedida es para los recuerdos al “pajarico”.