UBI RIVAS
Idéntico a como pronunció el entonces aspirante presidencial Danilo Medina cuando Leonel Fernández se impuso en las elecciones de 2004, ahora la interjección se repite en este caso al tres veces gobernante.
En sus pretensiones de volver por cuarta vez a ejercer el poder, Leonel Fernández falló en descuidar o de cualquier manera, no conseguir, dominar al determinativo Comité Político del Partido de la Liberación Dominicana (PLD) de 35 ungidos, que detentan los relámpagos absolutos de conducir el destino nacional más que por eficiencia gubernativa, por la estrategia de Leonel de pagar en vez de pegar, adhiriendo voluntades, no por liderazgo, sino por canonjías.
En esa cosmovisión, a paso seguro, se diría que de vencedores, el PLD ha dominado el escenario político con el recurso poderoso del susurro aurífero que atrae voluntades como hormigas a la miel y las doblega como vientos huracanados la fronda, y la dádiva ha resultado el sustento granítico para el PLD preservar el poder y el secuestro de la democracia sui generis dominicana.
Como idéntico a la Era de Trujillo (32 años) y la Era Balaguer (22 años), no solo la nómina del Estado superior a medio millón de individuos, más los afiliados en Bono Gas, Bono Luz y Tarjeta Social, el Estado dominicano en sus instituciones medulares, Judicatura, Junta Central Electoral, Altas Cortes, Congreso Nacional, Cámara de Cuentos, perdón, de Cuentas, resultan secuaces del Poder Ejecutivo para uncirlos no para proyectos de país, sino a las instancias egoístas del mandón de turno, como siempre, con sus breves diferencias, como para que las excepciones breves confirmen la regla, y las repite.
Ahora, ese proyecto personal, no de país, y la historia vuelve a repetirse, como la letra del bolero que entona perfecto Alfredo Sadel, para modificar la Carta Magna en su artículo 124 y habilitar el monstruo hórrido de la reeleción, causante de los mayores estragos y desgracias al turbulento trayecto de 171 años de República, superior a los fenómenos naturales de huracanes y seísmos.
El 28 de mayo último el Senado aprobó en su membresía de 32, convocar la Asamblea Revisora para rehabilitar la reelección del presidente Medina, contradiciendo y faltando a su palabra de que el 16 de agosto de 2016 marchaba a su casa, pero resulta que ya tiene dos, y ahora el proyecto de reelección pasa a los diputados, hoy más que nunca disputados, 127 del PLD, 7 del PRSC con los que el PLD puede contar, 36 del PRM y 42 del PRD, y los 148 votos que requiere para aprobar el adefesio, el PRD que lidera Miguel Vargas aportará los 21 que necesita, y le sobran, y ¡zas, Sésamo Abrete!
La palabra clave de ¡Sésamo Abrete!, la arbitra Miguel Vargas, no las fonduchas de siglas que se dicen “partidos” que apoyan al presidente Medina en su despropósito nacional de reelegirse, que en términos legislativos no cuenta, ni su palabra expuesta a Leonel Fernández en 2010 de no respaldar la reelección, parece que de entonces, no de ahora, donde 42 diputados del PRD apoyan la convocatoria de la Asamblea Revisora, y propinar un zarpazo mortal a la Carta Magna, a la democracia y al país mediático y futuro, mientras Luis Abinader Corona, inexperto y con frágil carisma, que preside el PRM, amenaza con expulsar a quienes respalden modificar la Constitución para exhumar la reelección de su breve sepultura.
En este interregno deprimente que padecemos muchos dominicanos, prevalecen dos instancias y la primera es que Leonel Fernández ha debido entender que su ciclo de poder concluyó, vencido como en su momento Danilo Medina, por el Estado, y la otra es que las convicciones enfrentan una prueba más en su eterno forcejeo conceptual con las conveniencias.
Con el PRD dividido y el PRM con un dirigente bisoño, resulta jalda arriba considerar un proyecto opositor que enfrente con éxito electoral al reeleccionismo, aún apostando al hastío que afecta a una gran parte del país del PLD en el poder.
Previos a los días memorables de abril 1965, el entonces fogoso político Héctor Aristy Pereyra me sentenció en un negocio de electrodomésticos que administraba en la avenida San Martín casi esquina Leopoldo Navarro:
“Siempre se ha sostenido que detrás de cada fortuna hay un pecado capital. En nuestro país detrás de cada fortuna está el Estado”. ¡Ay, pobre mi amado país!