Pagando el precio
July estaba postrada en una cama sumida en una gran depresión. La felicidad que meses atrás la acompañaba, ya no estaba en ella y solo quedaba un cuerpo tirado al abandono en aquella habitación.
Conoció a Raúl y se enamoraron solo con verse, tuvieron una corta relación de seis meses y se casaron. Desde antes de la boda sintió el deseo de compartir su experiencia con aquel hombre maravilloso, exponiendo en sus redes sociales, su gran felicidad, que era celebrada por sus amigos y familia.
Juntos fueron a un crucero y compartieron sus paseos, comida, la habitación que los hospedó, las ropas que lucieron y cada vez era más emocionante mostrarlo todo, y leer como sus amigas admiraban su vida, y resaltaban la hermosa pareja que eran. July, como muchos, prefiere aguantar hambre, antes que dejar de poner en sus redes la foto de sus comidas diarias, y para ella, era mejor no salir, si no podía tomarse la foto que atestiguara cada lugar que visitara. La felicidad era plena, hasta que un día, una chica hermosa que no conocía, comentó una foto que subió junto a su esposo con las sarcásticas palabras “y ese hombre trabaja o tú lo mantienes”. Prefirió no contestar.
Otros de la misma calaña, se dedicaron en lo adelante a romper la magia, con comentarios como: “que pendeja, ella está creyendo en ese farsante”, “Mírale la cara de infiel, averigua dónde estaba anoche”. Mensajes constantes la fueron convenciendo de una realidad que no existía. Un día, sentada en la mesa esperando su marido, se tomó una foto y la subió. En pocos segundos alguien comentó: “ay Jesús, esperando a ese cuernero”.
Diez minutos, cinco, dos y uno, secuenciaron los comentarios, que acertadamente decían que el no llegaría a tiempo, y así fue, en varias horas su esposo no llegó. Cuando July vió abrir la puerta, y él entró, ya no quiso escucharlo y lo sometió a un interrogatorio humillante que él no entendía. Sus celos iban en aumento cada día, ya no le creía que sus horas de trabajo eran tan largas, ni que los tapones lo hacían llegar tarde, ni que se detuvo a ver su madre que no se sentía bien. No.
Los comentarios seguían y en ella iba aumentando la desesperación. Y así terminó su relación, llena de las dudas que le sembraron y que nunca confirmó, pero la coincidencia hacía ver ciertas. La historia de July, es muy parecida a otras muchas, que con diferentes colores demuestran que exponerse tiene un precio que se paga caro.