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El mundo sin fronteras

El mundo  sin fronteras

BBC Mundo.-Hay pocos dirigentes políticos en el mundo que se arriesgan a hablar abiertamente y sin condiciones a favor de la inmigración.
No importa el continente o el país, es un tema que atiza la controversia como pocos.

Y desde Estados Unidos a Europa, pasando además por muchas naciones en desarrollo, el discurso político no deja de rondar en torno a la construcción de más barreras al movimiento de personas.
Las controversias culturales y políticas que desata la inmigración están claras.

Muchas naciones, ricas y pobres, temen que su cultura, su identidad, su religión o incluso su seguridad se pierdan ante la llegada masiva de extranjeros.

En especial cuando este influjo de personas ocurre en violación de las leyes locales, como ocurre con millones de indocumentados en todo el mundo.
Pero a pesar de esta oleada de críticas, hay académicos que insisten en que el argumento económico en favor de la inmigración es igualmente claro y contundente.

El profesor Lant Pritchett, de Harvard, pone su defensa de la inmigración en términos casi absolutos. Insiste en que los controles migratorios impiden que funcionen bien los mercados.

«Cuando los gobiernos arbitrariamente imponen una barrera entre el precio de un bien en un sitio y el precio de ese mismo bien en otro lugar, hay beneficios masivos cuando se permite el comercio entre uno y otro, y eso incluye el caso de la movilidad de la mano de obra entre dos países», advierte.

«Mis estudios indican que por cada persona de un país en desarrollo que se muda a Estados Unidos hay US$15.000 anuales en ganancias de productividad.

Estados Unidos es un país mucho más productivo y la misma persona, con la misma educación, va a poder ser mucho más productiva una vez se muda a este país, lo que hace que el empresario que lo contrate gane más y que él también sea mejor pagado. Las ganancias marginales por la migración son astronómicas», asevera.

¿Y los más pobres?

Pritchett duda que haya alguna reforma económica tan positiva como la migratoria.
«Las ganancias totales por todas las demás reformas económicas discutidas en la Organización Mundial del Comercio palidecen frente a lo que se ganaría si los países industrializados permitieran un 3% adicional de la fuerza laboral para la migración».

Sin embargo, hay otros economistas que aseguran que, si bien es posible que la comunidad en su conjunto se beneficie por la inmigración, siempre habrá personas específicas damnificadas, y en particular los trabajadores con poca educación en los países receptores, quienes verían disminuido su ingreso con la llegada de competencia extranjera en el mercado laboral.

Pero Pritchett tampoco acepta ese argumento en la formulación de políticas migratorias.

«No usamos ese estándar en ninguna otra política. Prácticamente no hay ninguna política de la que podamos decir que beneficia a todas y cada una de las personas. La esencia de la economía es buscar la solución más eficiente y después pensar en cómo compensar a las personas que puedan resultar perdiendo. De otra manera no se podría llevar a cabo ninguna reforma económica».

Además, el académico sostiene que, en su opinión, no hay evidencia empírica contundente de que los trabajadores locales poco calificados se verían seriamente perjudicados por la inmigración.

«La inmigración sustancial aumentaría los salarios de los estadounidenses en su conjunto y tendría un impacto cercano a cero en los salarios de los estadounidenses menos calificados», puntualiza.
Pritchett alega que los inmigrantes no quitan trabajos, sino que desempeñan oficios que desdeñan los locales.

Un argumento controversial, pues en la otra orilla, los críticos de la inmigración dicen que si no hubiera inmigración, la mano de obra sería más escasa y subirían los sueldos en esos empleos humildes, hasta que se volverían nuevamente atractivos para los locales.

El Nacional

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