Cuando Silvano Lora anunció a los artistas combatientes a finales del mes de agosto de 1965 la implementación de un concurso de pintura mural, a fin de escoger el que representaría la lucha del pueblo, primero frente a las fuerzas del Centro de Enseñanza de las Fuerzas Armadas (CEFA), y luego contra la intervención norteamericana, todos los pintores que conformaban el comando se embarcaron en ejecutar sus proyectos.
Ramón Oviedo, posiblemente con la misma angustia que envolvió a Picasso cuando se enteró a través de los periódicos del bombardeo de la aviación alemana a la ciudad vasca de Guernica el 26 de abril del 1937, en la llamada Operación Rügen, donde murieron alrededor de 126 personas: dolor, rabia y deseos de gritar. Sin embargo, la diferencia entre ambos estados de ánimo radicaba en que Picasso no estaba en Guernica cuando se produjo el genocidio y Oviedo sí estuvo presente durante las masacres cometidas por el CEFA y los infantes y paracaidistas norteamericanos, en los días finales de abril y comienzos de mayo del 1965.
Desde luego, la rabia externada por Picasso en su mural de 349 x 776 cm (137.4 x 305.5 pulgadas) encontró eco en la Exposición Internacional de 1937, en París, cuando el Director General de Bellas Artes del gobierno republicano, Josep Renau, le encargó la obra para ser expuesta en el evento y despertar simpatías por la causa republicana. Picasso concentró su creación en una continuación de los bocetos “Sueño y mentira de Franco”, aunque evadiendo el sentido caricaturesco a través de una simbología trágica.
El concurso convocado por Lora se efectuó, casi concomitantemente, con el cese de las hostilidades y el boceto del mural de Oviedo resultó ganador entre las pinturas participantes.
Desde luego, la creación de Oviedo fue el bosquejo del mural que se ha hecho emblemático en la historia estética del país; el apunte de la obra muralística que podría servir de retablo visual de la infamia que cubrió el triunfo de la revolución de abril con un desembarco de 42 mil tropas norteamericanas. La pintura ganadora, que el Maestro me obsequió al final de las hostilidades, sintetizaba la lucha del pueblo en armas, operando un discurso metafórico picassiano, una recreación simbólica diferente al Guernica, donde el Maestro malagueño apela al dolor, al pueblo masacrado, a rostros cuyas bocas se abren y gritan en un coro de agonía, cobijado el lenguaje en una factura de reminiscencia cubista.
En el mural 24 de Abril Oviedo enfrenta el constitucionalista al invasor y sus aliados; lo enfrenta a los cañones y protege con su cuerpo a los caídos y heridos de la furia imperial. Oviedo se apoyó en Picasso para no contaminar su mural con vistosos colores y, al igual que en el Guernica, utiliza el gris como significante, como un velo gaseoso de la tragedia. como una atmósfera de duelo.