Reportajes

El valor real del dinero puede ser imprescindible o  perturbador; depende uso le dé la gente 

El valor real del dinero puede ser imprescindible o  perturbador; depende uso le dé la gente 

Si se repartieran las decenas de miles de millones de dólares que circulan por el cuerpo económico mundial entre los habitantes de cada país, nadie en la tierra quedaría fuera de la condición de multimillonario.

La idea es de un utopismo delirante pero no es absurda, lo más importante es saber qué sucederá después.

Como sabe cualquier estudiante  de filosofía, nada sucede sin consecuencias. Hay gente que no soporta el impacto de quedar navegando de manera abrupta en una esplendorosa riqueza material. 

Los hay que enloquecerían literalmente, otros, los más, se darán con toda seguridad a la “farra” y al gasto ilimitado, unos se tornarán avaros e insensibles, otros terminarían “caravaneando” su nueva fortuna.

Finalmente  lo que fue inicialmente una vida ilusoria, poblada de delicias efímeras, termina en la más escandalosa y ruin  miseria.

Lo que ocurre en muchos que no provienen de cunas generosas y ni siquiera de cunas, es que se sienten a sí mismos desquitándose de toda esas ausencias, de todas esas privaciones que la sociedad les negó injusta y prevenidamente.

Pero los excesos, de los que se hallan bien equipados en  el mundo, siempre estarán al acecho para ese asalto a tres caídas  que sorprende la realidad de la vida.

Sólo una mínima fracción de los afortunados, mantendrán la lucidez y el ensueño y seguirán comportándose con las debidas formalidades y cuidados que amerita el momento.

Esa boñiga del demonio, esa apestosa materia, el dinero, no deja de ser ocasión de perturbaciones y desquites.

Con todo y que es un recurso que la vida moderna ha hecho en la práctica “imprescindible” y por tanto, perturbador hasta el resuello.  

Por demás, cualquier enriquecimiento fácil es pasible de terminar en trastornos. La experiencia que hay sobre las herencias habla de manera transparente de ese axioma cíclico.

La gente se desvive por tener, no sin razón, en gran medida,  de qué echar mano en sus necesidades más urgentes.

Los hay que exageran y creen que hay que acapararlo todo y  claramente, obtienen nada, que es lo que hay al término de la vida.

Es este dinero ocasión de crímenes, guerras, conquistas inesperadas, sensualidades incontenibles, presunciones y obnubilaciones.

Es asimismo, el medio por el cual se forjan enormes corporaciones cuyo fin, decidido por el tiempo que como la muerte, se regodea en una imparcialidad sustantiva, será la decadencia, la ruina y el olvido.

En estos momentos se debate en un foro de poderosos, en Suiza, el destino del capitalismo como está irregularmente estructurado y manejado, y cuyos temblores más sonoros anuncian de manera diáfana el fin de un modelo altamente consumista, con ciclos recesivos, con apelaciones a los conflictos bélicos, al acaparamiento injusto y a la todavía más injusta distribución de los bienes que teóricamente deberían pertenecer, sanamente, al género humano, respetuoso él, (otro difícil idealismo) del medio que los genera.

Nada de lo que se soñó inicialmente está sucediendo, el mundo se arma, se confluctúan las relaciones y se perpetuan los contrastes, se sofistican los medios para el ejercicio de la muerte y la vida toda a nivel planetario, peligra.

EL DATO

Sobre las riquezas Hay quienes consideran que la riqueza se genera sólo cuando hay uso o transformación de los recursos naturales. Desde esta perspectiva, el crecimiento del Producto Interno Bruto sería la razón central de la economía. De otro lado, hay quienes consideran que a este crecimiento del conjunto  de la economía se le debe acompañar el incremento  de los ingresos personales.

El Nacional

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