La directora del Servicio Secreto de Estados Unidos, Kimberly Cheatle, dimitió ayer ante la avalancha de críticas por los errores en la seguridad del mitin en Butler, Pensilvania, en el que el expresidente Donald Trump sufrió un intento de asesinato.

Kimberly admitió ante una comisión de la Cámara de Representantes que el SS estadounidense incurrió en su peor falla en décadas, por lo que era previsible que renunciara ante el acoso de legisladores que reclamaron su dimisión.

Es mucho lo que se especula en torno al desempeño de los agentes del Servicio Secreto a cargo de la seguridad del acto donde hablaría Trump y de la propia integridad del exmandatario, como por ejemplo que con mucha antelación se sabía que un individuo sospechoso deambulaba en la cercanía del evento, pero aun así se permitió que Trump subiera al pódium.

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También se dice que ya trepado el atacante, Thomas Matthew Crooks, sobre un tejado a 140 metros de distancia del lugar donde estaba Trump, un francotirador del SS, pidió permiso para neutralizarlo, pero la orden llegó después de que el individuo disparó varias veces contra el exmandatario.

Durante más de dos minutos, desde que testigos alertaron sobre la presencia de Crooks, hasta que fue eliminado, el Servicio Secreto no tuvo control de la situación.

Pese a la renuncia de Cheatle, el Departamento de Seguridad Nacional anunció una investigación independiente sobre los hechos. El tema va para largo.