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En “Luz breve” el olvido es vencido

En “Luz breve” el olvido es vencido

La poesía es un género que obliga al logro de la zona inédita y de la síntesis. Quiero decir: que nada sobre, que cada palabra esté en su sitio, y que alcance su metafísica. Por eso tan difícil es conseguir un libro a la redondez bien arrimado, donde la complejidad y la espontaneidad se den la mano amigablemente, y tengan como invitado, al casi siempre inexpugnable, don misterio.

A Sally Rodríguez y su texto, Luz breve (Editora Centenario, agosto 2023) me he asomado, y creo vislumbrar que ella ha captado un mundo, que es el de ella, y con la dignidad que confiere la sinceridad, lo ha presentado.

En Luz breve la poeta Sally Rodríguez viaja a una geografía muy particular: aterriza uno con ella en la casa materna, donde su abuela y demás familiares, y desde allí se desparrama el yo poético. En Luz breve (edición y cuidado de José Enrique García) se inaugura una conversación entre la aeda y los personajes que ama y que la han marcado. Unos personajes que habitaron su infantil existencia.

La mirada de la poeta se da por igual a los personajes de su infancia, como a los objetos que rodearon a estos. Mesa, mantel, silla, hamaca, mecedora, campana, platos, tinajas, saben estos de la luz, pero también del óxido que termina alcanzándolos.

A partir de la conversación-soliloquio entre la mujer que termina en la vida (la abuela) y la niña que inicia el viaje, emerge la poesía. Va Rodríguez a esa geografía particular. Los ve. A sus personajes. Y ve los objetos que acompañaron esa época; son elementos que recobran un aire especial.

Para algunos poetas la llegada a la infancia es fácil; sin embargo no adivinan el drama que allí se anida, las formas complejas y sinuosas que la envuelven. Me encuentro en el libro de Sally con versos procreados de observaciones agudas: Despacio barre su casa/sus miedos/y yo pequeña me disfrazo/con su mantilla/Soy ella/y voy en procesión/hacia mi centro (Página 35).

En este poema hay un claro discurrir lógico, hay una tendencia en que la estructura del verso siga la historia. Y es que la mirada de Sally se va abriendo como el obturador que manipula el fotógrafo, y lo que va situando va creando la historia. Por ello la armonía entre uno y otro verso, por eso el tono de la conversación de la poeta se hace lúcido y sereno.

En Luz breve, todo apunta a que Sally Rodríguez siguió el consejo de Rainer María Rilke: volver a la infancia, para desde la materia de ese estado-leyenda, estructurar su poemario donde abunda la buena arcilla. Pero lo cierto es que cuando se bebe de aquellas aguas, el océano de emociones y vivencias recobradas, desborda la poeta.

Luz breve está pletórico de versos que sorprenden, donde la plasticidad del verso se ve elevado. Es un libro que sacude, que en cierto sentido nos hace recordar que somos polvo. Es el mandato: polvo eres y en poesía ese polvo convertirás.

El tinte social, el drama humano es visualizado y fotografiado con suavidad y tacto, digamos con delicadeza.

Regresa a su cocina/a su ventana de humano/a sus ollas y vapores/a la pregunta/¿cómo estarán mis hijos presos?/¿Cuándo volverán a casa?,

Ha llegado Sally con este texto a una difícil complejidad: donde desemboca en la metafísica.
Aún me aferro/a la tibia corteza de este árbol/que planté un día en el furor/en la inocencia que consagra/la mirada y el cuerpo/en un solo fuego/y abrazo.

De Sally había yo leído otros textos, pero este fue el texto que al abrirlo me encerró de inmediato en su mundo, que rescata del destierro más cruel: el del olvido, y hace que su abuela, a su cocina, su mantilla, sean materias alcanzables a nuestra imaginación, y eso, a mi juicio, es un loable logro de todo aquel que escribe: con la luz del recuerdo aplastar la sombra del olvido.
El autor es periodista y escritor.

Por: Eloy Alberto Tejera
eloyalbert28@hotmail.com

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