Es asaz difícil analizar la política dominicana bajo una permanente crisis de fundamentos. Pareciera como si fuéramos el mismo país que un presidente se dio un autogolpe y luego terminó como vendedor de frutas. Tal fue el caso del sacerdote Carlos Morales Languasco.
Damos la impresión de ser el mismo país que el sacerdote Fernando Arturo de Meriño, se vio precisado para terminar su mandato, a establecer el ‘’Decreto de San Fernando’’ que autorizaba la pena de muerte a cualquier insurrecto.
Y para hacer más risible la actuación de nuestra clase política, basta una hojeada a la Guerra de la Restauración y el amasijo de contradicciones que produjo el fusilamiento del presidente José Antonio ‘’Pepillo’’ Salcedo, ordenado por Gaspar Polanco, quien, a mi entender, debió ocupar un pedestal por encima de Gregorio Luperón, de no haber ordenado la ejecución del líder restaurador.
No hay duda que el ‘’ enemigo invisible’’ del pueblo dominicano, sigue siendo la incapacidad de nuestra clase política, dada su ignorancia de que la política se rige por leyes, que nos permiten prever acontecimientos.
Resulta sorprendente para cualquier estudioso de la política, observar cómo los partidos de oposición: Fuerza del Pueblo y Partido de la Liberación Dominicana, arremeten contra el Partido Revolucionario Moderno, haciendo caso omiso a un concepto fundamental de la política: el tiempo.
A tres años de las elecciones, la oposición usa temas ‘’ancestrales’’: corrupción, salud, educación, seguridad ciudadana, programas sociales, transporte público, entre otros de no menos importancia.
Quienes añoran el poder, ignoran que el tiempo en política obedece a leyes categóricas. Las cosas no deben ocurrir ni antes ni después, pues no es el tiempo filosófico de las Confesiones de San Agustín, ni el de Martin Heidegger en su ‘’ Ser y Tiempo’’.
La oposición no ha administrado bien sus ataques, pues a tres largos años de las elecciones, ha dado al oficialismo todo el tiempo para desmontar cualquier campaña sobre los temas de siempre.
Le ha tocado al doctor Guido Gómez Mazara, desmontar la narrativa opositora.
Por: Ramón Rodríguez
centrodeidiomaswashington@gmail.
 
 
 
                                      
             
             
             
             
             
  
                                 
                                 
                                 
                                 
                                