Cuando un vagabundo está asociado a un trastorno mental, la Asociación de Psiquiatras de los Estados Unidos, lo describe así: “son individuos portadores de un trastorno mental, cuyos deseos de andar, generan serias preocupaciones respecto del manejo clínico o incluso de su seguridad y la de los demás. Sujetos con trastornos neurocognitivos (demencias) o de neurodesarrolo (retardo intelectual) experimentan una necesidad imperiosa de deambular por lugares riesgosos con peligros de caída, se acuestan en lugares inhóspitos sin acompañamiento”.
Este grupo excluye a la gente que padece de acatisia, que es un efecto indeseable de los psicofármacos, que provoca una necesidad imperiosa de moverse, tampoco están incluidos los sujetos que huyen de la persecución policial.
Con la reestructuración de la atención psiquiátrica que se ha efectuado en el país, muchos seres humanos no calificaban para la atención manicomial; los centros públicos, como los asilos de ancianos están abarrotados y además los familiares abandonan a su propia suerte a decenas de pacientes en todo el país, por dificultades en el manejo, por falta de recursos, por los problemas que presentan en la comunidad y porque no, por un agotamiento indolente de los consanguíneos y ahí se produce el llamado hombre o mujer de la calle.
He sostenido que el deambulante no es agresivo en sí mismo, sino que la burla y el acoso de los supuestos cuerdos hacen que ellos reaccionen en su defensa de forma violenta.
Un alto porcentaje pudiera reestablecerse si se les administra los modernos medicamentos, muchos de los cuales se inyectan una sola vez al mes. Dos hechos hacen difícil esta estrategia: el alto costo de estos fármacos y la negativa activa de estos enfermos a permitir que los inyecten.
Nuestra Ciudad Colonial es el lugar predilecto elegido por ellos para situarse. Es posible que la abundancia de desperdicios alimenticios que desechan la gran concentración de restaurantes en la zona.
Muchos templos religiosos pertenecen a esta zona de la capital y en ellos se guarecen del sol y de la lluvia.
Una tercera condición es el tipo de gente que habita el área (turistas, inquilinos y propietarios de muchos años residiendo allí), es decir, humanos pacíficos y de buenas costumbres.
Las unidades de intervención en crisis; la central de emergencias del Ministerio de Salud; la división de higiene mental del Ministerio de Salud y el centro de rehabilitación psicosocial (Reside) de la Nueva Barquita coordinan esfuerzos para dar respuesta a esta demanda.
En las grandes capitales del mundo vemos a estas personas que trato de describir en parques, esquinas etc., a veces asociados a mendicidad.
Muchas veces la familia no asume sus responsabilidades y cuando el Estado los socorre, aparecen como de la nada, reclamando derechos, pero no han cumplido con sus deberes.
Alegan la ley de secuestros, la ley de salud mental y la violación del libre tránsito como argumentos para alegar maltratos a su familiar.
La psiquiatría mundial avanza, pero los quebrantos del cerebro son cada vez más complejos y los sistemas sanitarios están altamente comprometidos con las llamadas enfermedades biológicas.
El futuro nos demanda amor y comprensión con el deambulante.