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Esto pienso, esto creo: Reales o no, todo lo convertimos en “verdades”

Esto pienso, esto creo: Reales o no, todo lo convertimos  en “verdades”

Por: Rafael R. Ramírez Ferreira
rafaelelpiloto1@hotmail.com

Al parecer casi la totalidad de los que nos jactamos de ser “humanos”, padecemos del síndrome de la crítica, todo esto, en base a nuestras propias creencias o intereses que no siempre comulgan con aquello que consideramos o damos por ser bueno.

La crítica se ha convertido en una profesión, tanto para hacer nuevos ídolos que, en la mayoría de los casos, no soportan el más mínimo movimiento del altar en el cual lo colocan, ya que en su gran mayoría están fabricados en vidrio sencillo o plástico degradable. Pero, cuando quedan plasmados en los anales de la historia, sustentados en las benditas plumas de intelectuales parcializados, se convierten en Dioses difíciles de desmontar, o, en Diablos condenados, como el injuriado Judas, preso en su “traición” por los siglos de los siglos.

Es así como nos encontramos, por allá en el año 380, con el famoso emperador Teodosio 1ro. el Grande y su orden de imponer en todo el imperio la religión cristiana, ya que, al parecer, tuvo algún encuentro cercano con algún Dios que le aseguró que la “cosa” debía ser así. Amén.

Pero dentro de esos avatares que desde tiempos inmemoriales han convivido con el accionar político de los hombres, quien en realidad la votó en el concilio de Nicea, fue el Emperador Constantino, cuya acción para mantener su imperio coaccionado, llegó a un acuerdo -tal y como lo hacen los políticos en la actualidad, aunque ahora les dicen “acuerdos de aposentos”-, según el cual, Jesús y Dios eran la misma cosa -por voluntad expresa de los hombres-, lo que trajo por consecuencia la suspensión de la persecución de los cristianos.

Son hechos y personajes que han pasado a la historia, en unos casos como villanos y en otros como bendecidos héroes pero que, sus acciones han perdurado y perdurarán por los siglos. Todo esto es para referirnos a una etapa de nuestra historia, donde por diferentes tipos de intereses, personajes y hechos han sido tergiversados e inventados en otros, para justificar creencias y adversidades que por igual han perdurado y que, al parecer, lo harán por siempre. Uno de estos, es el personaje de Trujillo.

Es esta una figura perversamente endiablada; la representación de todo lo malo; asesino de cientos de miles de pobres haitianos aun y nunca hayan aparecido tumbas que certifiquen la desaparición de cientos de miles que fueron ejecutados hasta por las propias manos de ese señor; ladrón inmisericorde que tuvo la locura de construir instalaciones para fábricas de cemento; de calzados; lecherías y cuantas fabricas se le ocurrían a este malévolo personaje. Llegando inclusive, a crear las bases legales que sustentarían la Nación, incluyendo hasta el tipo de moneda.

Capo de capos y asesino troglodita, en fin, que tuvimos la mala suerte de haber tenido la desgracia de que el propio diablo engendrara este endemoniado ser en nuestra tierra y por eso, solo por eso, una vez, aquellos que fueron sus amigos lo asesinaran, había que terminar con todo lo que de una u otra manera, tuviera que ver con ese ser cobarde, ladrón y asesino.

Todas las fábricas desaparecieron, para que nadie se recordara de él; todas sus tierras fueron repartidas entre sus mejores amigos de la oligarquía y otras fueron “adquiridas” por los pobres padres de familia; hasta leyes se hicieron para prohibir la música que hacía referencia al personaje, es decir, que, como aquellos creyentes, hicieron un despojo para liberarse de ese espíritu infernal.

Pero no todo fue malo, ya que hoy, deberíamos de tener en nuestra historia, el día en que se celebre la obra cumbre de este incesto perverso, que al igual que hicieron Teodosio y Constantino, también rubricó, cual decreto “Cunctos pópulos”, su famoso “Concordato”, siendo lo único que se salvó de desaparecer y que nadie ha osado siquiera tocar. ¡Sí señor”

El Nacional

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