Suponíamos que el gobierno del cambio pregonado por el presidente Luis Abinader y sus directivos, era uno que fortalecería la democracia y que actuaría con justeza y equidad.
No tenemos el conocimiento necesario en los menesteres de economía pero consideramos que introducir, sin consenso alguno, una ley de Modernización Fiscal no es una actitud democrática. Y más si se hace cuando ya no hay en riesgo ningún capital político. No se aspira, por nueva vez, a la Presidencia de la República.
Aunque no discernimos con sapiencia sobre esa exacción con la que, según los que dominan la materia, la clase media y los de abajo cargarían con el gran peso; entendemos que es una actitud abusiva.
Se nos quiso dar gato por liebre. Como lance del otrora “tigueraje” de nuestros barrios, podría compararse con las perversidades de los que visitaban un restaurant, en grupo, y los que invitaban a compartir comidas y tragos abandonaban el lugar dejándoles la cuenta por pagar a otros.
Se deduce que, al revisar el pliego de cargas impositivas, el presidente Luis Abinader sabía quienes sufrirían las consecuencias. O el mandatario, adrede, se hizo el sueco y la sometió al Congreso Nacional, o quiso ensayar, pensando que no habría mayores protestas.
Pareciera que no es conveniente que empresarios improvisando como políticos, no son convenientes para el pueblo dominicano. ¿Acaso los que si son experimentados políticos son más confiables que los empresarios que pretenden sustituirlos? Hasta ahora, la actitud de los segundos parece confirmarlo.
Aunque sabemos que el grueso de los dominicanos es presidencialista, con el intento de colar esta reforma fiscal en este segundo cuatrienio, cae de bruces la presente gestión gubernativa. Esto, con todo y prometer que lo recaudado se invertiría en beneficios del apabullado pueblo dominicano.
Pero, tampoco esa actitud tiene nada de coraje ni valentía; todo lo contrario.