Se calcula que el hombre desarrolló se cerebro caminando unos 20 kilómetros diarios. La adversidad no le perseguía en aquella época, sino que llegaba primero, ya estaba establecida a cada paso que daba.
En algunas zonas, cuando llegó a convertirse en sedentario, los brazos tenían que serviles de estacas para sostener la cabeza por encima del suelo para dormir, con lo que se libraba de minúsculos organismos vivientes que podían penetrarles por los oídos.
Cuando la mujer hacía el amor cerraba los ojos y podía, como lo hace hoy, perder el sentido de sus alrededores. Eso es lo que explica que hasta la fecha, las mujeres en la casa tiendan a olvidar dónde dejan los objetos, sin discriminar en la importancia de los mismos
El hombre, por el contrario, en el proceso de la evolución no pudo darse ese lujo. Tenía que hacer amor y llegar a su punto más alto con los ojos abiertos y el cerebro en alerta para cuidarse con ella del entorno de las fieras mientras estaba en el acto.
Durante los bombardeos sobre Japón en la Segunda Guerra Mundial, los japoneses hicieron túneles para sobrevivir, pero allá abajo de la tierra se casaban, hacían fiestas y practicaban las danzas.
Marilyn Monroe, llamada por los japoneses «La Morocha», fue a Japón, entonces durante la guerra de Vietnam, y los americanos aprovecharon la ocasión para llevarla al campo de batalla para estimular a los soldados.
Criada en el espectáculo, al llegar al campo de batalla, Marilyn Monroe se desprendió del helicóptero y quedó agarrada de los soportes en el aire con su falda sometida al viento, mientras abajo los combatientes americanos soltaban las armas, lanzaban los platos los que estaban comiendo y otros salieron de las improvisadas letrinas subiéndose los pantalones.
En los campos dominicanos, los hombres y las mujeres recorrían a caballos, ahora lo harían en motores, grandes distancias, no solamente para ir a los rezos, sino también a las fiestas, camino que siempre había que desandar cuando se terminaban las bebidas para seguir «El Can» hasta el amanecer.
En uno de esos campos, había un pequeño grupo musical, de güiro, tambora y acordeón, que le llamaban Los Cocuyos, ya que sus integrantes tenían que andar atravesando potreros en medio de la noche para ir a tocar las fiestas a dónde eran convocados.
En estos días un noticiero de televisión, describió cómo en Santiago, la Capital del Cibao que está lleno de damnificados, comenzaban a adornar las calles con los objetos de la navidad
Al parecer los Cibaeños se reafirman en ese recorrido histórica de la evolución del hombre, que no se ha amilanado para vivir, y no dejarán ahogada por la adversidad la proclama: «Fiesta, y mañana gallos».