Gobierno y Congreso están compelidos a abordar con debida seriedad el grave problema del aumento irrefrenable en los precios internos de los derivados del petróleo, especialmente de los tipos de gasolina y gasoil, cuyos niveles ya se tornan inalcanzables para la mayoría de la población y factor principal de la espiral inflacionaria.
El galón de gasolina premium alcanzó el sábado precio récord al colocarse en RD$250.70, mientras el de gasolina regular subió a RD$230,70 sin que se llegue a entender las razones por las cuales más de la mitad de esos exorbitantes precios corresponden a impuestos diversos que se extraen de las costillas de la gente.
En efecto, de los $250.70 por galón de gasolina premium, el consumidor debe pagar $86.9 por concepto de impuestos establecidos en las leyes 112-00 y 495-06, además de 35 pesos por márgenes de comercialización.
Para que se tenga una idea del peso que sobre la comercialización interna de combustibles tienen esos tributos y márgenes de ganancia, hay que decir que libre de esas ataduras, el precio de la gasolina premium sería de RD$128.47, por lo que el sobrecosto o penalidad asciende a RD$122.23.
El precio de paridad de importación de la gasolina regular es de RD$120.50, pero el precio en las estaciones de servicio aumenta a RD$230.70 y en la comercialización de los tipos de gasoil, el usuario paga un sobreprecio de RD$53.98 (premium) y RD$48.02 (regular), lo que constituye una mezcla peligrosa de injusticia y abuso.
Los impuestos aplicados a la importación, comercialización y consumo de derivados del petróleo, incluido el ad valoren son injustos e inflacionarios, por lo que el Congreso debe modificarlo hacia la baja, a los fines de que previsibles incrementos en precios internacionales del crudo no surtan efectos devastadores sobre la economía y la calidad de vida de la población.
El endeudamiento de más de tres mil millones de dólares por importaciones de petróleo desde Venezuela no ha tenido ningún beneficio visible sobre la economía ni mucho menos sobre los presupuestos familiares, pues -duele decirlo- el Gobierno se ha convertido en el principal especulador con los precios de venta al consumidor.
No parece prudente que semana tras semana el Ministerio de Industria endose estrambóticos aumentos a los diversos derivados de combustibles, que ya alcanzan precios récord, porque no resulta prudente acercar fuego a gasolina. Lo mejor sería que el Gobierno envié cuanto antes al Congreso un proyecto de reducción de impuestos a los combustibles.

