Parecidos, pero diferentes
El fútbol es un manantial inagotable de temas. El deporte más popular del mundo tiene la potestad de producir inmensas alegrías y también así profundas tristezas.
Según la FIFA son 300 millones las personas que juegan al fútbol en todas las latitudes. Esta es una cantidad extraordinaria de practicantes, pese a que, en dos de los países más poblados del mundo; China (1.430 millones) y la India (1.365 millones) nuestro deporte no es el más popular.
La cantidad de jugadores que, día tras día, se inscriben para practicar fútbol de manera regular en diferentes clubes o instituciones especializadas, no cesa de aumentar.
En España -por ejemplo- hay más de 1.2 millones de futbolistas federados, de los cuales 650.000 pertenecen a categorías menores, desde juveniles (16/17 años) hasta los prebenjamines (5/6 años).
Ese elevado número de practicantes contrasta con la cantidad de jugadores profesionales en las categorías Primera, Segunda, Segunda B y liga femenina. Oficialmente la cantidad de futbolistas profesionales en España no supera los tres mil jugadores.
Aunque cada vez se hace más difícil llegar a ser un futbolista de élite, la fascinación que despierta el fútbol, es incomparable.
Para que conozcan las marcadas diferencias que -para nosotros- caracterizan a quienes juegan al fútbol y los futbolistas profesionales, compartimos los siguientes criterios:
El jugador ocasional, juega al fútbol, en tanto que el futbolista profesional, compite.
Mientras que el practicante semanal es impulsivo, el profesional debe ser reflexivo y controlar sus impulsos.
Para el practicante entusiasta, el campo de juego es una especie de campo de batalla, pero para los profesionales es el espacio donde él ejerce su profesión.
El ‘pro’ dialoga, anima y quiere que se le implique, pero el ‘amateur’ discute, increpa y pide explicaciones.
El buen jugador es ‘único’ en su equipo, en tanto que el buen profesional es un integrante más del conjunto.
Mientras que el jugador casual juega para vivir, al profesional le pagan por jugar y vive para ello.
El auténtico jugador profesional es autocrítico y entrena para mejorar, pero el practicante cotidiano es crítico y entrena para mantenerse.
En situaciones normales, es decir cuando el público asiste a los juegos, el futbolista profesional hace que el público se levante de las graderías para celebrar sus jugadas y por lo general, el jugador ocasional hace que el público se mantenga sentado.
A nuestra colonia de lectores les decimos que, no importa lo que hagan en la vida pero, sean diferentes, no para alimentar su vanidad, sino para que la gente les pueda distinguir entre la multitud.
Por: Jorge Rolando Bauger
jbauger@hotmail.com