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Goliath del odio

Goliath del odio

Chiqui Vicioso

Estaba trabajando en una carta a Juan Pablo, para este próximo 27 de febrero, cuando recibí la noticia de que dos niños, que son como mis sobrinos, se angustian en la escuela porque “el padre” se propuso mantenerlos despiertos en la noche para boicotearles los estudios, algo que para ellos, dado su historial académico, sería risible.

Esta vez, ese “padre”, a quien he definido como un psicópata desalmado, logró enervarme, porque es un sujeto que como Jalisco no pierde y para no perder recurre a los mecanismos más insólitos, por no decir terribles, a los que puede apelar un ser humano.

Esta nueva hazaña, que él considera un triunfo, se añade a la de haberle sugerido a su hijo que intentara suicidarse, para entonces culpar a la madre y ganar su custodia.

El niño lo intento, se subió a una azotea para lanzarse, pero, luego confesó, se asustó y arrepintió a tiempo.

Desde entonces, todas las noches, este “padre” diseña con sus dos hijos los modos de desestabilizar a la madre, incitándolos a dudar de todas sus iniciativas (contratarles tutores, psicólogos, inscribirlos en las mejores escuelas), y el listado de sus instrucciones es capaz de horrorizar al más ecuánime.

¿Cómo sobrevive en nuestro medio un desalmado como este y se le escucha en los tribunales como un ser en uso de sus facultades?.

De todo lo que acontece con estos niños, los únicos realmente perjudicados, se deduce con claridad que a este “padre” sus hijos no le importan.

Le importa su ego, su venganza, la derrota de la mujer que logró zafase de su dominio, de su explotación económica, de su guerra psicológica para imponer una “superioridad” que solo está en su cabeza.

Mientras envenena a sus dos hijos, no gasta un centavo en su manutención, en su educación o su salud, y arma caso tras caso judicial contra la madre, en una historia que se repite una y otra vez en tribunales y fiscalías de nuestro país.

¿Qué demostraría un examen psicológico de un individuo que nunca contó con el amor de su madre, que se crió en la calle, y que aprendió muy joven a usar su inteligencia para someter y explotar a los demás?
¿Y que puede hacer un juez o jueza para prevenir que ese asesino moral destruya emocionalmente a dos niños, en aras del odio y afán de destrucción de personas a las que ya no puede dominar o explotar económica y socialmente?.

Que los y las jueces y fiscales pongan fin a esta pesadilla, que es sujeto de estudio y tratamiento de psicólogos y psiquiatras, manicomio donde el Goliath del odio ha derrotado a David.