En Semana Santa siempre nos vamos a Jarabacoa, porque no hay mejor lugar que las montañas para la reflexión y el silencio, y el sábado, Pascua de Resurrección, generalmente bajamos al pueblo para mezclarnos con el bullicio de los vacacionistas, ir a los mercados, comprar flores y frutas.
Este Sábado de Pascua recibí el mejor de los regalos, esta vez de manos del Procurador. Me explico:
El señor que atiende la casa donde nos hospedamos vino a buscarnos porque a su hijo lo habían detenido y estaba preso, “por problemas con una mujer”. Ya en una ocasión anterior yo había intercedido con éxito para que lo soltaran por haber manejado en estado de ebriedad. En ese entonces la policía de Jarabacoa, (antítesis de las brigadas de psicópatas que viven torturando y golpeando a jóvenes en La Vega), de manera muy fraternal y correcta, lo liberó bajo nuestra responsabilidad, pero, en este caso, ¡Gracias a Dios! se trataba de algo muy diferente.
El capitán que nos recibió fue claro: “Si se tratara de otra cosa lo despacharía, pero siendo un asunto de golpes a mujeres eso es imposible, porque el Procurador está durísimo en ese asunto”. “Hay que buscar un Fiscal y un Juez”. ¡Música para mis oídos!
Finalmente llegó el Fiscal, un joven que accedió a escuchar a la supuesta víctima en cuestión quien explicó que no había habido agresión. El joven preso corroboró la historia, pero explicó que cuando ella se iba del colmado donde bebían, por una escena de celos él trató de detenerla jalándole los cabellos.
Y aquí viene lo más maravilloso del relato. Los parroquianos viendo la escena enseguida llamaron a la policía que enseguida lo apresó, lo cual indica que en Jarabacoa existe ya una conciencia generalizada sobre qué hacer frente a la violencia doméstica, y sobre el papel de la comunidad en su prevención y denuncia.
Ver a aquel jovencísimo Fiscal mediando entre esta pareja, planteándole al recluso que no podía golpear a una mujer ni con una rosa y a ella urgiéndola a apelar a la justicia si el joven se volvía a equivocar; escucharlo disertar sobre lo pernicioso de los celos, me fue conmoviendo hasta los huesos.
¡Dios mío, qué gran diferencia se manifiesta frente a un problema cuando hay una autoridad dedicada a resolverlo!
Pensé en todas las mujeres que han muerto por el desinterés o descuido de la justicia y de sus comunidades; en todas las que han dedicado su vida a la protección de las mujeres víctimas de violencia doméstica y le di las gracias al Procurador.
Pregunta Mercedes Sosa: ¿Quien dijo que todo está perdido? Ciertamente no he sido yo.