La asistencia a las Naciones Unidas (ONU) que ha solicitado Haití para aclarar el magnicidio del presidente Jovenel Moïse es, además de importante, una decisión confusa.
Traduce interés de las autoridades haitianas para que el crimen, ocurrido en la madrugada del 7 de julio no quede impune, pero al mismo tiempo plantea interrogantes sobre el curso de las investigaciones.
Se tenía entendido que gracias a la colaboración del FBI no había necesidad de recurrir a ninguna otra instancia, pero ahora no se sabe cuál ha sido el rol de la agencia estadounidense.
El propio Gobierno de Estados Unidos aumentó la confusión con su respaldo al canciller Claude Joseph como heredero del poder tras el magnicidio y reclamarle después que cediera el cargo al actual primer ministro Ariel Henry, designado en el puesto por Moïse tres días antes de ser abatido.
La Policía haitiana no generaba confianza en las pesquisas, plagadas desde un primer momento de cabos sueltos. La viuda de Moïse, Martine, quien resultó herida, insiste en que los autores gozan de libertad.
Está por ver el tipo de asistencia que prestará la ONU en la investigación para aclarar un crimen revestido de un velo de misterio.