Sin mucho dramatismo, pero sí para que se comprenda, el primer ministro de Haití, Garry Conille, se quejó de la lentitud para completar el despliegue de tropas internacionales en su país para lidiar con las pandillas que controlan parte del territorio.
Conille, quien ya fue víctima de un atentado cuando visitaba un hospital, advirtió que la gente no se siente segura con las tropas kenianas que ayudan a la Policía en la lucha contra los facinerosos.
El mensaje es claro: en la población prevalece la incertidumbre frente a la incapacidad de los soldados extranjeros para restaurar el orden, la seguridad y garantizar la gobernabilidad. Hace apenas unos días que pandilleros tomaron una comunidad e incendiaron un vehículo blindado de la Policía.
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Es posible que Conille se cuidara de reconocer el poder que aún conservan los pandilleros, pero tampoco ha podido ocultarlo con su reclamo de que se acelere el despliegue de más soldados extranjeros. El primer grupo que llegó estaba compuesto por 400 miembros y después se anunció el desembarco de otros 200.
Advertencias como la formulada por Conille en el sentido de que las víctimas de los pandilleros reclaman justicia no han intimidado a nadie.