La historia y los pasos del hombre provocan los movimientos dialécticos; pero el hombre, en lo inherente a su ser, no está sujeto a los cambios motivados por esa categoría, que incide en nuestro devenir político e histórico.
En otras palabras, la naturaleza sicosocial del hombre no es trastocada por la dialéctica, pero él sí puede transformar ciertos acontecimientos.
Queremos significar que los seres humanos, y aun cuando residamos en el exterior, no cambiamos nuestro modo de ser o temperamentos, ante otras realidades.
Con este introito queremos significar que es falso aquello de que el hombre (en nuestro caso específico, los dominicanos); suelen cambiar luego de sus andanzas o establecimiento en países plenamente desarrollados.
Por ejemplo, no es cierto que fulano o zutano cambien de proceder en Estados Unidos, y otros países. Se podría tener cierto status o estilo de vida; adquirir otras aristas con respecto al carácter, pero lo que es propio de nuestra personalidad, no cambia. Según los expertos conductuales, nuestras posibles actitudes y aptitudes afloran a los nueve o diez años de edad.
Es decir, que si un individuo manifiesta alguna perversidad para sobrevivir o destacarse en el exterior, ya esa condición la tenía en potencia desde su existencia. En este caso, nos referimos a dominicanos.
Al margen de cualquier síndrome síquico-social que trastorne nuestra conducta por no poseer la debida resiliencia, todo individuo profesional o no, nos mostrará cuáles siempre han sido sus inconductas.
En nuestra sociedad dominicana allende los mares, específicamente en Nueva York, hay personas que sabíamos de antemano quiénes fueron y son.