Un representante de la Asociación de Farmacéuticos reveló ante la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del Senado que el 12 por ciento de los medicamentos que ofertan las farmacias son falsos o adulterados, escalofriante estadística que debería provocar un escándalo mayúsculo.
El señor Fernando Ferreira dijo que esa práctica ilegal genera unos tres mil millones de pesos al año, lo que indica que se ha instalado una gran industria, cuyo negocio es poner en peligro la salud de la población.
La elaboración y comercialización a gran escala de medicina falsificada o adulterada es historia vieja, aunque siempre hay espacio para el asombro e indignación ciudadana cada vez que se renuevan denuncias o querellas sobre ese tema.
Lo que se ha dicho es que el 12% del mercado de medicamentos es suplido por fábricas clandestinas o ilegales que vulneran la ley de patentes o desnaturalizan fórmulas creadas por empresas nacionales o extranjeras para combatir enfermedades diversas.
Por alguna razón imposible de comprender ese negocio ilícito y criminal se ha mantenido por muchos años y en vez de disminuir se expande, al punto que en algunos lugares operan como mercados abiertos, sin ningún tipo de supervisión sanitaria.
No son pocos los pacientes cuyas enfermedades se agravan o no se curan porque los medicamentos que se administran comprados en farmacias son falsos o adulterados, lo que constituye, más que una práctica desleal de comercio, un ilícito penal de carácter criminal.
Una sociedad no anda bien cuando la ilegalidad se vuelve costumbre, como violar la señal roja, instalar una gasolinera sin permiso de las autoridades, contrabandear cigarros o falsificar medicamentos.
Ministerio Público y Salud Pública deberían cumplir con su obligación e iniciar el desmantelamiento de una industria criminal que controla el 12 por ciento del comercio de medicamentos y genera más de tres mil millones de pesos al año, sobre la base de poner en peligro la salud de la población.