El país debería vestirse de sus mejores galas para festejar el 177 aniversario de la Independencia Nacional, sobre todo cuando después de su proclamación ha tenido que defenderla a sangre y fuego frente a las agresiones de fuerzas extranjeras.
A pesar de ataduras como la representada por el endeudamiento, puede hablarse con orgullo de un país libre y soberano gracias al sacrificio de figuras como Juan Pablo Duarte, Francisco del Rosario Sánchez y Ramón Matías Mella.
Pero también a la determinación del pueblo dominicano que ha sabido rechazar las intervenciones foráneas en aras de su autodeterminación. Pero a pesar del tiempo transcurrido República Dominicana tiene todavía una vergonzosa deuda con los padres de la patria. La desigualdad, la corrupción y las violaciones de los derechos humanos son lacras que se han prolongado desde el glorioso 27 de febrero de 1844, cuando se proclamó la efeméride patria, hasta la fecha.
Los homenajes, discursos y ofrendas son insuficientes para honrar el sufrimiento y el legado de Duarte, Sánchez y Mella.
La historia no puede borrarse, pero el compromiso de cada ciudadano y sobre todo de la clase dirigente es asumir los desafíos para mejorar las condiciones de vida de la población. La conmemoración de este nuevo aniversario es otra fecha propicia para reflexionar sobre el presente y el futuro de este país que ha tenido que luchar tanto para preservar sus valores más sagrados.

