La integración de los pueblos y naciones de América Latina y el Caribe constituye un imperativo que se erige como un magnífico paradigma para superar el subdesarrollo y la terrible desigualdad. En la práctica, se demuestra que la integración es la única alternativa posible para alcanzar una elevación de la calidad de vida de millones de seres humanos que hoy viven en la orfandad, sumidos en la miseria y en una violencia atroz.
Es propio preguntarse: ¿Qué somos hoy, a más de 500 años de la barbarie colonizadora y, conforme a los países, a técnicamente dos centurias post independencia? No cabe duda de que ha habido notables avances en materia de infraestructuras productivas y progresos relativos en áreas de impacto económico, social y cultural, aunque a un altísimo costo de destrucción de los recursos naturales y su medio ambiente.
Sin embargo, Latinoamérica aún continúa atrapada en el subdesarrollo y el abandono, con grandes desigualdades sociales y un alto nivel de desempleo. Conforme el FMI, para 2020, ya se había fijado una contracción del crecimiento económico de 9.4%, lo que provocó que los niveles de desempleo alcanzaran hasta un 13%.
Aunque la situación de empleomanía ha mejorado relativamente en comparación con el impacto de la profunda caída postpandemia, la tasa de desocupación promedio continuó alta de «6,5 por ciento; que en términos absolutos representa 19,8 millones de personas en 2023. Con un gran impacto en el subsector de la juventud con un 14,4%, lo que ha duplicado la media general; y en algunos países, se eleva hasta un 30%» .
El último informe de la OIT 2024, nos da cuenta de que hubo una ligera mejoría en el índice de empleo al reducirse la tasa de desempleo regional “de 6,5% a 6.1%”. Sin embargo, la OIT destaca los retos estructurales que impactan en la calidad del empleo, así como el hecho de que la fuerza de trabajo y el nivel de ocupación siguen siendo inferiores a “los registrados en 2012, lo que revela un déficit en la creación de empleo en los últimos años”.
Este escenario demanda adoptar medidas altruistas e integrales para fortalecer las instituciones laborales que promuevan el empleo formal, con miras a superar una de las grandes debilidades del sistema productivo regional. Especialmente si tomamos en cuenta que, conforme a evaluaciones de la OIT, la tasa de empleo informal alcanza: entre las mujeres un (54,3%), los jóvenes (62,4%) y la población mayor (78%), con una alta concentración en zonas rurales (68,5%).
Esta situación impacta severamente, sobre todo al sector de la juventud, lo que agudiza aún más la crítica situación regional, por la falta de seguridad social y los bajos indicadores de desarrollo humano.
Esto genera la creciente exigencia de la aplicación de políticas públicas que posibiliten enfrentar la marcada asimetría regional. Realidad que asfixia a la población laboriosa de la región, tal como sucedía en la época de los años 1300 a.C., en el antiguo Egipto, cuando se produjo el gran éxodo del pueblo hebreo. Los esclavos apenas recibían ingresos para sobrevivir.
Por: Jose Manuel Castillo
embajadorcastillo@gmail.com