El interés político ha estado presente desde la aparición de los primeros casos del coronavirus. Pero ante la dimensión alcanzada por la enfermedad la política no debe interferir en el proceso de vacunación de la población.
Estados Unidos, que perdió terreno frente a la rapidez con que China elaboró y mercadeó sus vacunas, ha resucitado el interés en la investigación para determinar el origen del virus. Lo cierto es que la aparición de una cepa que ha causado alrededor de cuatro millones de muertes, no debe quedarse en especulaciones o en investigaciones sospechosas.
El presidente estadounidense Joe Biden ha ordenado a científicos de su país profundizar las pesquisas para determinar el origen del virus. El problema está en el interés político que sin duda acompaña la decisión en un momento en que la vacunación debe ocupar el primer plano.
La desconfianza se ha impuesto pues desde los tiempos de Donald Trump, Washington desconfía de la capacidad o imparcialidad de la Organización Mundial de la Salud para sacar a flote la verdad sobre el origen del virus. Es posible entonces que el origen del virus nunca se conozca a ciencia cierta.
