El presidente Luis Abinader busca su repostulación a los fines de concluir su programa de gobierno, prometido para desarrollarlo en el presente cuatrienio, cuya ejecución total fue impedida por la confluencia de factores externos que no sólo afectaron a nuestro país, sino a otras naciones, incluyendo a potencias mundiales que sufrieron pérdidas humanas y económicas por la pandemia del coronavirus.

La guerra de Ucrania que se inició en este periodo presidencial, también agravó la situación del país debido a que provocó un aumento en los precios del petróleo, que a su vez generó un alza de precios en varios productos, causando graves dificultades para ejercer control sobre la misma, lo que obligó a congelar el valor de los combustibles, asumiendo el Estado el costo real de los derivados de petróleo, originando una baja sustancial en los ingresos públicos.

Aún frente al complicado panorama, el presidente Abinader vadeó estos malos tiempos, sacando buenas notas en los rankings mundiales en materia de salud y economía, que constituyen modelos para Latinoamérica, y recibiendo elogios de organismos internacionales por la conducción exitosa de la nave del Estado.

Y el primer mandatario siguió galopando por buen camino, levantando un ramillete de obras de infraestructura, muchas de ellas ya concluidas y otras que terminarán antes de su primer año de ser reelecto por cuatro más. Y las que se iniciarán con más bríos, principalmente enfocadas en los temas de educación, salud pública y transporte, poniendo énfasis en esta última, según sus propias palabras.

En las elecciones Abinader, un estadista impoluto que navega sin tropiezos hacia una victoria segura. Otra opción sería un salto al vacío, y retrotraernos a tiempos oscuros.

Así las cosas, un filósofo chino decía que, con el pasado y el presente, hacemos el futuro, he ahí donde debemos reflexionar entre seleccionar lo bueno y promisorio y mirar hacia atrás, para establecer una abismal diferencia.