La Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) acogió ayer a Palestina como miembro de pleno derecho, lo que desató el encono de Estados Unidos que de inmediato ha suspendido el financiamiento anual de casi 70 millones de dólares a ese organismo como medida de represalia.
Esa histórica decisión de la Unesco, avalada por el voto favorable de 107 de los 172 de sus miembros, refleja sin dudas un consolidado sentir de la humanidad para que la razón y el derecho sobrevivan a viejas, destructivas y decadentes políticas basadas en la intimidación, prejuicios o en espurios intereses imperiales.
Estados Unidos intenta desconocer la voluntad de la comunidad internacional expresada libremente en el seno de la Unesco y, lo que es peor, castigar a ese organismo, faro que promueve en todo el mundo la cultura, la ciencia y la educación, con la retención del 22 por ciento de su presupuesto.
El primer ministro Benjamín Netanyahu ha proclamado ante el Parlamento de Israel que su país no se quedará sentado ante la ofensiva diplomática de la Autoridad Palestina en procura de obtener su reconocimiento como Estado libre y soberano, lo que obliga a preguntar si su ingreso a la Unesco representa un peligro bélico para su vecino.
Washington y Tel Aviv presionan para que antes de que se cumpla con la dilatada resolución de Naciones Unidas que decreta la creación del Estado Palestino, la autoridad de esos territorios discuta con Israel un acuerdo de paz duradero, sin requisito previo de detener los asentamientos de colonos en tierras ocupadas.
La creación del Estado Palestino ha sido postergada por más de 60 años (la resolución 181 de la ONU fue votada el 29 de noviembre de 1947), por lo que con toda razón y justicia la comunidad internacional presiona a los fines de que se concretice en Medio Oriente un acuerdo de paz válido y duradero que permita completar el mandato de Naciones Unidas.
A pesar de que 107 países decidieron libremente el ingreso de Palestina a la Unesco, de acuerdo a sus estatutos y conforme al derecho internacional, Estados Unidos reacciona con resabios de burda represión con la supresión del financiamiento que provee a esa organización con sede en París.
Sin poder el Pentágono reprimir a la Unesco con misiles o portaaviones, el Departamento de Estado procede entonces a condenarla a sufrir extrema precariedad económica por haber actuado libremente, sin prejuicios ni presiones y aceptar en su seno a Palestina, que algún día ingresará también a la Organización de Naciones Unidas.
