Usted puede estar de acuerdo o en contra del accionar del comandante Hugo Chávez Frías; sin embargo, es incuestionable el hecho de que su convicción política en pro de los más necesitados cambió drásticamente el panorama y pensamiento social de toda Latinoamérica. En efecto, Hugo sostuvo la incomparable labor de aliar a los pueblos latinoamericanos, para así cumplir el sueño de Bolívar.

Incluso, el presidente de Uruguay José pepe Mujica, en la última cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), en Chile, resaltó y agradeció el sano interés de Chávez de sembrar la solidaridad y estimular la creación de los organismos, Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA), PETROCARIBE, y el mismo CELAC; todos vitales para la unificación de América Latina.

No obstante, es obvio que el comandante tuvo sus defectos y cometió errores, ya que, si algo seguro tenemos los humanos además de la muerte, es la imperfección. Pienso que su excesiva sinceridad lo llevó muchas veces a decir cosas que no debía. De igual manera, su pasión revolucionaria y deseo sobre medido de ayudar le hizo inmiscuirse en situaciones que sinceramente no le incumbían, y consecuentemente, le proporcionó enemistades innecesarias.

Ahora bien, considero que el peor error de todos fue el de tomarse muy en serio su rol. Muchas veces se le escuchó decir que para completar su revolución social tenía que gobernar por lo menos hasta el 2031. Precisamente, ese vehemente deseo de contribuir para la causa venezolana, le bloqueó el pensamiento de una posible muerte prematura. En consecuencia, se enfocó poco en orientar e impulsar una generación sucesora que continúe la obra socialista en Venezuela.

Lamentablemente, Hugo Chávez Frías hoy ya no vive, pero sí su esencia; pues como bien dijo Ignacio Lula da Silva en una colaboración al New York Times acerca de la muerte del presidente bolivariano: si una figura pública muere sin dejar ideas, su alma y espíritu muere consigo también