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Invasión es invasión

Invasión es invasión

Luis Pérez Casanova

Rusia, con 17 y tantos millones de kilómetros cuadrados, que la hacen en extensión el país grande del mundo, tiene pleno derecho a su soberanía y seguridad territorial. Pero también la tiene Ucrania con 600 mil y algo de kilómetros. Sin caer en el simplismo, ha de reconocerse que la ubicación ni el poderío geopolítico deben ser lo que está en juego en la crisis entre los dos países, sino el principio de autodeterminación de los pueblos que consagra el derecho internacional.

Entonces, de la misma manera que se han condenado las invasiones de Estados Unidos a distintos países, también hay que reprobar la acción militar de Rusia en Ucrania. Los atropellos del pasado no pueden invocarse como pretexto para justificar crímenes ni violaciones a la soberanía de las naciones bajo ninguna circunstancias. Tampoco la vecindad, la historia ni elementos comunes. Con alegar que los bombardeos ordenados por Vladimir Putin se inscriben en una lucha hegemónica de las potencias se busca justificar, por las razones que fueren, un crimen al estilo la guerra fría.

No son comparables la crisis de los misiles de 1962 en Cuba con la invasión a Ucrania. En aquel momento Rusia trabajaba en la instalación de misiles en la isla caribeña, mientras que la OTAN no ha dado todavía el primer paso en ese sentido en la nación de Europa del este. Con lo que sí puede compararse la intervención es con el caso de Checoslovaquia de 1968 cuando las tropas del Pacto de Varsovia desalojaron del poder al presidente Alexander Dubcek para frustrar las reformas que se proponía en su país.

Rusia, como cualquier otra nación, tiene pleno derecho a la seguridad e impedir que instalen una base nuclear en su traspatio. A lo que no tiene derecho es a usar su poderío militar para dar una demostración de superioridad a un costo tan elevado de vidas y bienes materiales.

A través de la diplomacia podía conseguir un compromiso de la OTAN para no instalar bases en su frontera. Pero el caso es que Putin no reconoce independencia y soberanía a ninguna de las repúblicas de la antigua URSS. Sin descartar, por supuesto, que como las invasiones del pasado de Estados Unidos a estos países también persiga controlar la riqueza y producción agrícola de Ucrania, que, como se reconoce, es uno de los principales del mundo en maíz, trigo, cebada, soja, girasol y otros alimentos.

Al condenar la agresión y aliarse con Estados Unidos, Francia, Alemania e Inglaterra este país, que ha sufrido intervenciones militares de funestas consecuencias, hizo lo correcto. Tenía que ponerse de lado de la democracia y de los países que, bajo ese modelo lideran el bienestar, el progreso y el desarrollo en lo político y en lo económico.