Opinión

La corrupción

La corrupción

La comidilla de las últimas semanas ha sido la respuesta del presidente a Wally, sobre la corrupción. Aunque es cierto que en Estados Unidos las grandes corporaciones han practicado la corrupción a una escala que supera la dominicana en trillones de dólares y que quizás el embajador debió de utilizar la Cancillería para externar sus preocupaciones, la respuesta debió ser otra: “Estamos investigando los casos”, (sobre todo porque supuestamente no atañen a esta gestión de gobierno) y la próxima vez, por favor, use los canales correspondientes.

Hablo de casos de corrupción que han trascendido a la opinión internacional, como el de los Tucano, donde ya se han encarcelados los responsables en Arabia Saudita, Brasil y Panamá; pero hay otros que se están gestando como el de las minas de carbón, que parecen augurar que nada cambiará en esta gestión gubernamental, en la sanción de los casos de corrupción.

Sólo eso explica que, otra comidilla nacional, a un periodista se le esté pagando cien millones de pesos para que “defienda” las minas de carbón en Punta Catalina.

La pregunta es: ¿Defender las minas de qué y de quiénes? Y, ¿Cuántos periodistas se benefician de este ejercicio de defender lo indefendible por millones de pesos, en lo que aparenta ser una práctica generalizada de corrupción? Lo curioso es que los mismos que así se venden atacan con ferocidad a quienes no lo hacen. Hace días recibí la información, por parte de dos amigas que residen en Europa, de que un periodista legendario por sus diatribas, me había calumniado en su programa. ¿A mí? Pero ¿y por qué?.

Me puse a revisar mis artículos, para comprobar si algunos tocaba intereses económicos del periodista en cuestión y descubrí mi defensa de Michelle Cohen, joven y proba profesional, felizmente casada y madre de dos niños, a quien se ha tratado de demonizar por realizar su trabajo en Pro Competencia con honestidad.

Recordé entonces su anécdota sobre un joven y obeso político que fue a visitarla, en medio del fragor de una campaña mediática contra ella, para proponerle que por dos millones de pesos él le “aquietaba” a los comunicadores. Ella se negó, y unos días después la visitó el dueño de la emisora, quien se asombró cuando descubrió que ella era hija de su mejor amigo de infancia. Ahí cesó el chantaje.

Esa anécdota me descubrió el modus vivendi de cierto tipo de periodistas, que venden sus servicios muy caros, desde solicitar el nombramiento de hijos en el exterior, pagados en dólares, quienes ni se molestan en juramentarse, hasta colocar a sus amantes de turno. Lo que ahora sorprende es el aumento de las tarifas, como evidencia Punta Catalina.

El Nacional

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