Los norteamericanos nunca se imaginaron que los aranceles de importación para productos japoneses, coreanos y chinos tendrían que ser revisados. Y no lo imaginaron porque aquellos bienes no representaban una amenaza real para los producidos en Norteamérica en los decenios 50, 60 y 70 del siglo pasado. Los mercadistas norteamericanos estaban aplicando un raciocinio típicamente vertical, algo que los japoneses también estaban aplicando al tratar de imitar la estructura conceptual occidental. Mientras esa plataforma existiera, EEUU se sentía a salvo de la nerviosa y constante penetración de bienes asiáticos.
Pero los japoneses, chinos y coreanos cambiaron su plataforma mercadotécnica —o, aplicando el Código Bushido y otros sistemas culturales a su multientorno (lo industrial, lo educativo, lo comercial)—, comenzaron a bucear en todo lo que representara su característica diferencial, aquello que Edward De Bono había concebido como “raciocinio lateral” a mediados de los 60’s, consistente en una orientalización del pensamiento occidental, a través de la reflexión lateral como generadora de un movimiento en pos de otro movimiento conceptual, que posibilitara ver las cosas desde otra vertiente.
Los japoneses descubrieron que aquella característica diferencial estaba alojada en el Código Bushido y otros sistemas culturales asiáticos, que convirtió a los samuráis y otros guerreros orientales en máquinas humanas.
Así, las estrategias japonesas, chinas y coreanas apelaron a esos códigos ancestrales y sus estrategias se centraron, más allá de la burda imitación de manufacturas, en inyectar en la producción de los bienes industriales para la exportación ese “toque” de exigencia, de lateralidad y orgullo —o de chauvinismo, si se prefiere—, aunado a una súper-estrategia a la que Kenichi Ohmae, uno de sus precursores, llamó UPE (unidad de planeación estratégica) en su estudio “La mente del estratega. El triunfo de los japoneses en el mundo de los negocios”, de 1985.
Desde luego, aunque la UPE pueda aplicarse como una unidad local o, también, como un enfoque nacional, los japoneses lo aplicaron desde la plataforma corporativa y, macro-estructuralmente, como un concepto nacional.
Ohmae definió la UPE así:
1) todos los segmentos claves de los grupos de clientes que tengan necesidades y objetivos similares;
2) todas las funciones claves de la corporación en las que pueden desplegar su experiencia funcional para establecer una diferenciación positiva de la competencia a los ojos del cliente;
3) todos los aspectos clave del competidor para que la corporación pueda aprovechar cualquier ventaja que se le presente, y a la inversa, para que los competidores no puedan aprovecharse de algún descuido de la corporación y se lancen a explotar planes estratégicos no previstos.
Pero el punto número cuatro de esta definición es revelador de lo que ha sido la gran estrategia global nipona: la que se refiere al competidor y al avisoramiento de los nuevos movimientos estratégicos.
Sin embargo, todo el comercio exterior asiático se hubiese derrumbado si al avance tecnológico no le hubiesen inyectado una estrategia apoyada en sus raíces culturales (Italia es uno de los países de mayor exportación tecnológica del mundo y, a pesar de eso, sus bienes industriales no compiten ni en volumen ni en precios con los japoneses.chinos y coreanos).