Reportajes

La creciente influencia fundamentalista en Estados Unidos

La creciente  influencia fundamentalista  en  Estados Unidos

POR: Rafael P. Rodríguez

Los fundamentalismos de carácter brutal, esquizoide, no constituyen novedad en el mundo. Ya en el pasado se ensañaron contra esa criatura inocente, el libro, contra pueblos enteros, contra el pensamiento, contra las ideas, la novedad toda, los descubrimientos, la evolución y la revolución social y todo lo que represente la diversidad y la universalidad humana.

Fueron aquellos días en que las creencias religiosas predominaban con poder y gloria en algunos lugares de la Tierra, como Europa, por ejemplo.
Casi siempre se les ve actuando con ropaje religioso redentorista, político y militarista extremo, disimulando sus pezuñas agresivas y mostrándose como un padre protector, no el padrastro terrible que viene con fuego, luto y dolor. Se les siente como un incendio permanente, capaz de arropar al mundo hacia la baja en la convivencia humana y en la armonía social.

Se muestran como una constante histórica: a mayor profundidad de la crisis, más acentuación de su presencia.
No les inspira miramiento alguno y se hacen sentir con todo el peso de la imposición, el dogmatismo y la ceguera, sin importarles el porvenir ni las respuestas que pudieran recibir, como todo lo que se hace en la vida la tiene.
Toda acción trae una cadena de reacciones. Esa es historia vieja y siempre actual. Toda crisis trae algún tipo de fragmentación. Pero ahí se encuentra ahora el Tea Party dispuesto a “nuclear” a la sociedad en torno a sus “ideales guerreros” y al vuelo del águila aún cuando ésta tenga las alas maltratadas por la decadencia. Todo fundamentalismo procura la imposición a la fuerza de un esquema verticalista de adicción a una causa aun sea la peor y aun tenga los peores resultados.

Siempre se la verá funcionar como “protectora” de los “valores familiares” y de las “costumbres tradicionales”. Ya en los años 80 asomó, como la “mayoría moral” organizado en el extremo conservador de los republicanos estadounidenses, mostrando sus colmillos sangrantes en una sociedad que se precia de su diversidad, sus debates y sus consensos como la norteamericana.

Se trata de un grupo de presión empotrado en la clase política más fiera y conservadora, dominándola creciente y peligrosamente.
Si antes fue “mayoría moral”, sin tener mayoría alguna, ahora es el Tea Party (fiesta del te), un remedo nostálgico de los días de la esclavitud y los días del cultivo del algodón en el sur norteamericano.

El Tea Party es la respuesta sombría de la extrema a la creciente pérdida de influencia que experimenta Estados Unidos en el mundo tras una cadena de escándalos, intromisiones, desaciertos, guerras insostenibles, crisis económicas y cuestionamientos sistemáticos sobre su clase política. Y sobre todo, porque no hay potencia que no vea un día la llegada tenaz o pausada de su decadencia.
Todo lo que sube deja atrás un abajo que le espera como abismo, como noche infinita, como el cierre de un ciclo de prosperidad y de avance social.

La decadencia, que tuviera sus primeros atisbos en los años 80 del siglo pasado con la caída del Muro de Berlín y por extensión, el desmantelamiento de la Unión Soviética, su rival principal, se halla en un momento crucial de Estados Unidos, apuntando sus coordenadas históricas infranqueables mientras ascienden otras potencias más reposadas como China, India y Brasil a los escenarios de neón de la política mundial y a la toma de decisiones más agresivas sobre los acontecimientos.

Es evidente que el rol de policía mundial ya no le cabe ni con chalecos antibalas a esta potencia orgullosa e imponente.
Es evidente que no se va a resignar a ello y que se tornará cada vez más conservadora-y por tanto- más agresiva y peligrosa.
Estados Unidos tiene una política interna ocasionalmente griega que pretende ser libre y democrática, y una política exterior sistemáticamente romana que aplica sin miramientos y a unanimidad a la hora de defender lo que considera sus intereses políticos y estratégicos.

EL DATO

Un imperio  más peligroso

Estados Unidos se torna peligroso en la medida en que decae su influencia en el mundo y surgen los fundamentalismos más extremos en el seno de su fragmentada sociedad.

El Nacional

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