La Comisión Ballenera Internacional ha prohibido la caza de ballenas con propósitos comerciales y, sin embargo, varios países insisten en seguir con esta práctica a pesar de ser miembros de esta organización. Entre ellos se destaca Japón, que es conocido por encontrar formas de desafiar estas disposiciones y salirse con la suya.
Sin dudas, se trata de un tema bastante controvertido y que es bastante difícil de entender para los latinoamericanos que no tenemos la tradición ballenera que sí tienen otras naciones.
Por esta razón, intentaremos proporcionar una mirada objetiva a por qué Japón insiste tanto en continuar cazando ballenas.
Japón y las ballenas
La caza de ballenas en Japón no responde a una moda reciente. Al igual que lo sucedido en muchos países, se trata de una tradición que lleva cientos de años y en esto se basan muchos de los argumentos de quienes apoyan la práctica.
Muchos pueblos en Japón cuentan con registros de caza de ballenas de hace varios siglos atrás y se han encontrado arpones con más de 10 000 años de antigüedad que sugieren que se trata de una práctica aún más antigua.
Con la llegada del siglo XX y los buques a vapor, los japoneses comenzaron a perfeccionar cada vez más esta práctica y en los años 30 comenzaron a cazar ballenas en la Antártida.
La carne de ballena fue clave para evitar la hambruna del pueblo japonés durante la Segunda Guerra Mundial y esto terminó de sellar el importante papel de la caza de estos cetáceos en esta cultura oriental.
Cuestión de orgullo
A pesar de que las ventas de carne de ballena han disminuido, sigue formando parte de la dieta tradicional de los japoneses y estos muestran mucho orgullo por su cultura ballenera.
Muchos de ellos ven a la prohibición de la caza de estos animales como una ofensa personal, incluso, muchos lo clasifican como insensibilidad cultural.
Quienes apoyan esta postura sostienen que, siempre que se mantengan dentro de niveles que no pongan en riesgo a los números de estos cetáceos, se debería respetar a la caza de ballenas como parte de la cultura de algunos pueblos.
Casi inmediatamente después de la prohibición de la caza de ballenas de 1986 entrase en vigor, Japón lanzó su programa de cacería científica, ampliamente reconocida como un encubrimiento para su operación de la caza comercial de ballenas.
La carne de estas ballenas – supuestamente asesinados por la ciencia – se vende en los mercados de alimentos o se distribuyen gratuitamente o a bajo costo a escuelas y hospitales con la intención de fomentar la comercialización para el consumo de la carne de ballena.
La flota ballenera japonesa sale dos veces al año. Por lo general, en noviembre, los buques se dirigen al Santuario Oceánico del Sur, donde su exención a la prohibición de la caza de ballenas para la ciencia les permite matar hasta 1.000 ballenas de minke o enanas.
Los barcos balleneros luego se dirigen al noroeste del Pacífico en mayo, donde los balleneros japoneses pueden matar hasta 100 ballenas de minke, 50 ballenas de Bryde y 10 cachalotes en el nombre de la ciencia.
Cada año la población de ballenas se reduce en mil ejemplares lo que constituye una amenaza.